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Teresa Rodríguez: La niña que veía pasar los bombarderos

Teresa Rodríguez: La niña que veía pasar los bombarderos

Nacida en Rota en 1981, quizá le empujó hacia el activismo y la política la cercanía de la base militar de los EE UU. Licenciada en Filología Árabe, participó en los movimientos estudiantiles contra la reforma universitaria de la LOU; ha militado en Izquierda Capitalista y en el sindicalismo. La poesía, el carnaval y el baloncesto fueron tres pasiones de esta candidata de Podemos a presidir la Junta, con plaza de profesora de Secundaria en Mijas.

Lalia González-Santiago

Miércoles, 11 de febrero 2015, 18:50

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María Teresa Rodríguez-Rubio Vázquez (Rota, 18 de septiembre de 1981) seguro que recuerda cómo pasaban por el cielo de su infancia los bombarderos de la USAF camino de Libia, cuando apenas levantaba cinco años del suelo. Quizá le empujó hacia el activismo y la política la cercanía de la base militar que sigue utilizando Estados Unidos aunque ya ondee sobre ella la bandera española. Sus padres regentaban una perfumería y treinta años antes de su nacimiento habían desaparecido ya los huertos, el melón y la calabaza que añoraba Rafael Alberti aunque ya iban chapando las güisquerías y menguaban los legendarios servicios de taxi de las francorridas de la VI Flota. Sin demasiada sociedad civil a la que incorporarse, la candidata a la presidenta de la Junta de Andalucía por Podemos, empezó a inmiscuirse en los problemas cotidianos de su instituto o en el movimiento de la objeción de conciencia, antes de que abolieran la mili. Suele recordar que su propia familia y algunos de sus profesores de entonces le contagiaron su preocupación por los otros, como la mejor forma de conjugar la palabra nosotros. Le apasionaban, por entonces, la poesía, el carnaval y el baloncesto. Fuera de Cádiz, difícilmente se entenderá que una de las devociones que deja por la política, además de la de las canastas de tres, sea la de escribir letras para agrupaciones ilegales en el carnaval.

Coherencia y moderación

  • Andalucía es de izquierdas y el PP bien que lo sabe. Sin embargo, cabe preguntarse hasta dónde llega ese rojerío. Teresa Rodríguez simboliza una corriente ideológica clara dentro de la familia progresista andaluza, pero puede estar más cerca del espectro electoral de Sánchez Gordillo que del tradicional granero de votos del PSOE. A Teresa Rodríguez le interesará probablemente mantener su coherencia personal pero el futuro de su formación política y de ella misma puede pasar por una cierta moderación que permita el mantenimiento en Andalucía de las expectativas que Podemos genera en las encuestas estatales

Tuvo que llegar a Sevilla para estudiar Filología Árabe para iniciar un largo periodo de compromiso personal que hoy le lleva a identificarse en su twitter (@TeresaRodr) como «anticapitalista, profe, activista en Marea Verde y feminista». Apenas cumplido los dieciocho, ya se metió de relleno en las listas de Izquierda Unida, para las elecciones al Parlamento de Andalucía en el año 2000. Entre los antecedentes sociales que sus adversarios políticos y mediáticos han desempolvado figura el asalto al rectorado de la Universidad Hispalense el 8 de febrero de 2002, en protesta por la Ley Orgánica de Universidades (LOU) de José María Aznar que podría decirse que era incluso avanzada para las reformas universitarias que el actual ministro está llevando a cabo para aliviar el censo de estudiantes poniendo cada vez más obstáculos a quienes no cuenten con un bolsillo desahogado para seguir costosas matrículas y másters.

En aquella revuelta, participaron cuarenta alumnos que militaban en el Movimiento de Acción y Participación Universitaria (MAPU) y que no sólo reventaron la sesión sino dos puertas de rancio abolengo. La respuesta a la algarada se saldó con cinco expulsiones de la Universidad y un proceso judicial que al cabo del tiempo se saldó con la absolución de todos los acusados. Ahora, diversos medios de comunicación han recordado el papel de Teresa Rodríguez como portavoz de aquella movida, equiparándola casi a esos personajes de Sidney Pollack a los que, más temprano que tarde, pueden volvérsele a favor o en contra, los agridulces pecados de juventud.

Se fajó a su vez contra el Plan Bolonia o contra la Constitución Europea, que, como es sabido, finalmente acabó convirtiéndose en papel mojado, el primer síntoma tal vez de que una fuerte oposición social podría descabalgar la hoja de ruta de los dirigentes mundiales. Era de las pocas roteñas que frecuentaban cada año las marchas contra la Base y, dentro de Izquierda Unida, fue incorporándose al Espacio Alternativo, una corriente interna que pedía una mayor actitud crítica por parte de la coalición y se ha venido negando tajantemente a cerrar pactos de gobierno con el PSOE ni a cerrar filas con la socialdemocracia que vendría a ser, en su imaginario teórico, como un golem del propio sistema capitalista.

De Izquierda Unida, terminó saliendo con sus compañeros de Espacio Alternativo, en octubre de 2008. Pensaban y piensan que dichas siglas se quedaban cortas como herramienta de transformación social. Fue entonces cuando pasó a militar en Izquierda Anticapitalista, una de las cunas de Podemos. Por el camino, fue conociendo a otros compañeros de viaje con los que se identificaría, como el líder jornalero Diego Cañamero, del Sindicato Andaluz de Trabajadores, con cuya afinidad ha contado a pesar de las diferencias internas habidas en la CUT.

Profesora de Lengua y Literatura

Con la licenciatura bajo el brazo, fue becaria en el área de cooperación internacional de la Universidad de Cádiz, en un proceso que le llevaría a interesarse por la inmigración y por la interculturalidad, dos de las principales trincheras de la globalización contemporánea, en la batalla entre los defensores de los derechos civiles y de los partidarios acérrimos de la xenofobia y el racismo. De su sede en el Aulario de la Bomba, en Cádiz, salió al aprobar las oposiciones de enseñanza secundaria y ganar una plaza como profesora en Lengua Castellana y Literatura en el Instituto Manuel de Falla de Puerto Real, aunque su plaza definitiva no llegó a ocuparla en la localidad malagueña de Mijas, donde presumiblemente le esperará una pizarra cuando concluya su viaje por la política activa, desde el Parlamento Europeo, al que accedió en mayo de 2015 y a cuyo escaño acaba de renunciar, hasta el de Andalucía, donde se paseará con toda probabilidad durante la próxima legislatura con el fantasma de Sor Úrsula y un abanico parlamentario en donde quizá ya no haya sitio para mayorías absolutas.

También militó en el sindicalismo, en las filas de USTEA (Unión de Sindicatos de Trabajadores de la Enseñanza de Andalucía) y se sumó a las mareas verdes que fueron fraguando una fuerte respuesta social al austericidio, una palabra que como filóloga sabe que suele utilizarse incorrectamente aunque desde el punto de vista político resulte adecuada.

En pocos meses ha intentado sumar voluntades y rostros diferentes a los de la izquierda extrema, como demuestra la presencia entre sus asesores de José Chamizo, ex Defensor del Pueblo de Andalucía, que también ha respaldado desde la misma posición la candidatura de Antonio Maíllo al frente de Izquierda Unida. Quizá todo ello quepa interpretarlo como una cabeza de puente para el futuro. Teresa Rodríguez, aquella niña que veía pasar bombarderos, ya ha ganado su primera batalla sin llegar siquiera al Hospital de las Cinco Llagas: la difusión de un supuesto desnudo playero que ni siquiera resultó ser suyo ha hecho que incluso simpatizantes del PSOE cierren filas en su defensa y en la de todas las mujeres. Quizá pueda ser el principio de una larga amistad, aunque, hoy por hoy, resulte poco probable imaginarla a ella con gabardina y sombrero o a Susana Díaz con el uniforme de Claude Atkins mientras caiga una espesa niebla eternamente sobre el aeropuerto de Casablanca.

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