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Dimitrov, con la Copa de Maestros. Reuters
Dimitrov, de lo desconocido a maestro en siete años
Masters de Londres

Dimitrov, de lo desconocido a maestro en siete años

El búlgaro conquista su primera Copa de Maestros al vencer al también debutante Goffin en tres apretados sets

Manuel Sánchez

Domingo, 19 de noviembre 2017, 00:15

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Trier, Alemania. Julio de 2010. David Goffin, de 19 años, se enfrenta en la final de un torneo Futures (tercer escalón del tenis profesional) al búlgaro Grigor Dimitrov, quien también contaba con 19 primaveras. En el cuadro de aquel torneo, que se apuntaría el de Haskovo, apenas se distinguen nombres conocidos actualmente. Probablemente, pocos adivinarían, que aquellos dos adolescentes, siete años después, disputarían la final de la Copa de Maestros frente a más de 17.000 personas.

La historia repitió lo vivido en Trier y Dimitrov, tras más de dos horas y media, consiguió doblegar a Goffin (7-5, 4-6 y 6-3) para sumar su primera Copa de Maestros, el título más importante de su vida. En la primera participación de un tenista búlgaro en la cita final de la temporada, el pupilo de Daniel Vallverdu ha completado un torneo perfecto, con victorias ante Dominic Thiem, David Goffin -por partida doble-, Pablo Carreño y Jack Sock para sumar su octavo título, el cuarto del curso junto a Sofía, Brisbane y el Masters 1.000 de Cincinnati. Además, Dimitrov aparecerá en el tercer escalón del ránking ATP este lunes, lo que le permitirá afrontar el Abierto de Australia, donde defiende semifinales, como tercer cabeza de serie, por detrás de Rafa Nadal y Roger Federer.

«Con poco que haga ya será mejor que el partido del miércoles», comentó un sonriente David Goffin en rueda de prensa tras derrotar en semifinales a Roger Federer y conseguir la clasificación para su primera final en Londres. No era complicada la tarea que se imponía, porque Goffin se vería las caras con Dimitrov tres días después de haber caído derrotado en el segundo partido de la fase de grupos, haciendo sólo dos juegos, con un primer parcial sonrojante de 6-0.

Como dictaba la lógica, la final no guardaría prácticamente ninguna similitud. Goffin, sin el desgaste que le infligió Nadal en el primer partido y que le lastró ante Dimitrov, salió como acabó ante Federer, es decir, disparado. Comenzó con una rotura, un ‘contrabreak’ y otro servicio quebrado para tomar una ventaja de 1-2. Ya había ganado los mismos juegos que en su enfrentamiento anterior, y no habían transcurrido ni diez minutos.

Dimitrov aguantó bien los envites al resto e incomodó a Goffin variando mucho los efectos, sobre todo con su revés cortado, hasta que consiguió la rotura en el octavo juego para igualar el partido. El búlgaro es más pasional, más atrevido, en contraste a la frialdad y resistencia del belga, capaz de destrozarse el tobillo con una lesión en Roland Garros y estar en la final del Masters cinco meses más tarde. En el duodécimo juego, a su cuarta oportunidad de set al resto, Dimitrov enfiló la final.

Físicamente al límite

Pero claro, la consistencia del búlgaro no está a la altura de su calidad, y a la primera desconexión que tuvo en el segundo parcial, Goffin estuvo atento para aprovecharse. En el séptimo juego Goffin quebró el saque y, a la postre, igualó la contienda (4-6).

El empate, en lugar de atenazar a ambos jugadores, los desató y se vivieron los mejores minutos de tenis en la final. Goffin, con su capacidad para recuperar bolas imposibles, y Dimitrov, con la calidad que atesora y que, en ocasiones, recuerda a Federer, pero con un estilo y un descaro propio.

Dimitrov sufrió un mundo para sacar adelante cuatro bolas de rotura en el primer juego, que le tranquilizaron y pasaron la presión a Goffin, quien empezó a titubear. El búlgaro avisó en el segundo juego con una oportunidad de ‘break’ desperdiciada, luego en el cuarto, con un 40-40 y, finalmente, consiguió el objetivo en el sexto juego, a la segunda ocasión.

El 5-2 fue una losa para Goffin, que físicamente al límite, reabrió la batalla y salvó un 0-40 al saque, para al siguiente juego inclinarse ante el primer maestro, fuera de Andy Murray, Novak Djokovic o Roger Federer, desde que el argentino David Nalbandian ganase el Masters en 2009.

Dimitrov, que se desplomó sobre la pista y no puedo evitar llorar, se embolsó 2,5 millones de dólares (2,1 millones de euros) y 1.500 puntos para el ránking, una gran diferencia en comparación a los 18 puntos y 1.300 dólares que atrapó en la ciudad más antigua de Alemania hace siete años. No es mala evolución para el primer maestro búlgaro de la historia.

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