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CÉSAR GUISADO
GRANADA
Miércoles, 4 de octubre 2017, 01:14
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Por lo general, el segundo escalón del podio es siempre el que soporta la decepción de esos efímeros moradores que por unos segundos pasan por ahí. Suben hasta aquí por norma general quienes acaban de perder una final y las caras, como es normal, son todavía de lamento por el oro que pudo ser y se acabó marchando. Contraste inevitable con la euforia de los campeones y de quien terminó haciéndose con el bronce con una segunda oportunidad, en la final de consolación.
Pero el podio de La Coruña ciertamente fue especial. Allí en el Club Sport Center se acababa de disputar el Campeonato de España de pádel para menores. Sucedió hace unos días. Embocaban el cajón las chicas de la categoría alevín y quienes más brillaban sobre él, quienes más aplausos, miradas y gestos de cariño recogían, eras las subcampeonas.
Lucía Donaire y Maika de la Rosa no se alzaron con la medalla de oro simplemente porque, a veces, es imposible navegar contra viento y marea. Avanzado el cuadro final, Maika tuvo que ser hospitalizada por una gastroenteritis severa, que dejó a la palista prácticamente fuera de juego. Pero también hay veces que el coraje y las ganas pueden más que la salud. Maika se recuperó. Encontró apoyo en Lucía, porque su compañera no la abandonó ni por un momento. Ni se le pasó por la cabeza. Con coraje llegaron hasta la final demostrando que, con sólo 12 años, también pueden firmarse enormes historias de superación con el deporte de competición como escenario idóneo.
Maika y Lucía arrancaron el torneo en octavos eliminando a la fuerte pareja andaluza Merenciano-García, aunque no sin sufrimiento. 3/6, 6/3 y 10/8 en el 'tie-break' para las granadinas, que cada tarde entrenan en Campus Pádel, frente al Polígono Tecnológico de la Salud. En los cuartos de final esperaban Carnicero-Fernández para disputar un encuentro que Lucía, pero sobre todo Maika tardarán en olvidar.
Porque la jugadora del revés comenzó a exteriorizar los síntomas que en pocas horas la tendrían en el hospital. «Recuerdo que jugué el partido vomitando a cada momento, fue muy duro», explica ella misma. Eso sí, el equipo ganó 6/4, 7/6.
Maika, acompañada por Lucas de la Rosa, que es su padre y entrenador, se marcharon al hospital. «Me pusieron una vía con suero y estuve ingresada durante dos horas y media, pero volví a la pista, porque quería jugar la semifinal». Y vaya si la jugó. Pese a la recomendación de su padre para que abandonaran, las chicas se negaron a tirar la toalla. 6/4 y 6/3 para arrasar a la dupla Ruiz-Muñoz en un partido excelso, de brega, imponiéndose a la deshidratación, a la falta de fuerzas evidentes. Remando tan fuerte que navegaron a pesar del viento y de la marea.
«Yo intentaba animarla», dice Lucía, «me esforzaba por llegar a las bolas a las que ella no podía y si fallábamos no podía enfadarme, sabía que Maika lo estaba dando todo pese a estar mala», dibuja la derecha, que además ejerció de capitana. Porque mientras Maika y su padre estaban en el hospital, Lucía se encargaba de hablar con los árbitros, prepararlo todo para que cuando llegase Maika, sólo se debiera preocupar por agarrar su pala y golpear con todas sus fuerzas. «Nos habíamos preparado durante todo el año para esto y las dos sabíamos que no íbamos a tirarlo por la borda, sólo queríamos intentarlo», abunda.
Y vaya si lo intentaron. Se colaron en la final o, más bien, entraron por la puerta grande. «Yo apenas tenía fuerzas ya. Sé que no jugué bien porque me sentía muy mal, pero a la vez muy orgullosa. No me esperaba llegar hasta aquí, pero sentía el apoyo de mi padre, que me decía que no me preocupase por nada. También sentía a Lucía. Ella sacaba adelante el juego y yo me esforzaba en pasar las bolas que podía», explica Maika. «¡Sigue así, que eres muy buena!», «¡Si no entra en esta, entra a la siguiente!» le gritaba Lucía a cada bola. Las granadinas cayeron 6/1, 6/0. Fue imposible luchar más de lo que lo hicieron. Pero aprendieron, con sólo 12 años, que las metas están para derribarlas. A ellas ya no les valía el oro, se conformaron con llegar un poco más allá. Con escribir su propia historia.
Y esto fue así porque nunca imaginaron llegar a la final del Campeonato de España. Pero ahora saben de lo que son capaces de hacer en los momentos más duros. Por eso, el próximo Campeonato del Mundo que acoge Málaga del 9 al 15 de octubre es la cita idónea para sacarse una espinita. «Ojalá volvamos a llegar tan lejos como una final, pero de momento vamos a vivir la experiencia porque no creo que tengamos una oportunidad mejor», dice Lucía.
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