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Iván Heredia, en el Club Arago Boxing de La Zubia. Alfredo Aguilar
De la cárcel a triunfar en el ring: la historia de superación de un boxeador granadino
Boxeo

De la cárcel a triunfar en el ring: la historia de superación de un boxeador granadino

Iván Heredia retoma su prometedora carrera después de pagar «cuentas pendientes» | Fue campeón amateur de Andalucía en 2015 y pretende dar el salto a profesional una vez que el paso por la prisión «me hiciera ser otro»

Sergio Yepes

GRANADA

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Jueves, 5 de abril 2018, 01:45

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Iván Heredia, un boxeador de los que encaja «intentando ir para adelante», de los que reacciona ante una combinación de ganchos respondiendo «con más fuerza y rabia», se postulaba en 2016 para dar el salto a la escena profesional y así poder confirmar que podía «ganarme la vida» entre regladas hostilidades. Que realmente se trataba de una de las más sólidas promesas locales después de que un año antes se hubiera proclamado en Sevilla campeón de Andalucía amateur en categoría élite. Pero una notificación del juzgado le asaltó para reencontrarse con ese pasado en el que «me gustaba estar mucho en la calle», en el que «haciendo el tonto» no hizo más que buscarse «problemillas». Se le conminaba a «ingresar en prisión» para saldar «cuentas pendientes» y así también se tambaleó su nuevo proyecto de vida, pues gracias a la «mujer» con la que está «rejuntado» ya se encontraba «centrado».

De su paso por la cárcel le quedó la sensación de que aquellos con quienes coincidió tampoco «habían hecho nada bueno». Pero sobre todo, que ni siquiera la agonía con que penaba a diario por «no poder ver al niño» que nació de la unión le impidió mantener la verticalidad y serenarse. Y es que «muchas lágrimas» después cumplió tres cuartas partes de la condena y acabó echando los brazos en alto tras obtener la libertad condicional de la que disfruta en la actualidad. Y mientras el toque de campana le recuerda ahora que se encuentra ante su segunda gran oportunidad, defiende que «soy otro», que ha quedado como «un guante» por su pretendida conversión en un púgil de expectativas tras soportar el peso de la ley.

«Tampoco fui un chaval como los malos de película. Simplemente creía que nunca iba a verme en ningún follón», dice este cenero de 27 años que «con absoluto arrepentimiento» se remonta a cuando «tenía diecinueve», hasta «una discoteca del Corpus de 2010», para explicar el origen de su desfilar por el penal de Albolote. «Me peleé con unos» y también con los efectivos «de la Policía» que acudieron a «separar» y así tuvo que cumplir, «por no tener antecedentes, una semana» entre rejas. Entre los barrotes que también delimitarían su privación de libertad por espacio de «cuatro meses» más después de que en «la primavera de 2012» tuviera una trifulca «con otros en mi pueblo» que «contó como robo» por la sustracción de «una bicicleta que al rato devolví». Y que le llevó a abrir los ojos para comenzar a redimirse.

El desconsuelo por «haber hecho algo que tampoco estaba bien» y el cargo de conciencia «al ver a mis padres buscar el dinero que no teníamos para abogados» le ayudaron a comprender que «tenía que cambiar». Y el «pasar a vivir con mi mujer y querer formar una familia» fue lo que acabó por «meterme en vereda» y también centrarse en el boxeo. Sabía que «debía desahogarme» y calmar «mi gusto por las peleas» de diferente manera y ya libre «fui buscando gimnasios donde practicarlo». Eso fue hasta que en el M&S de Francisco Martos se consumó el alumbramiento deseado.

«Desde que me dediqué al boxeo ya no me pasó nada. No tuve ninguna denuncia», proclama quien tras someterse a la disciplina del «entrenamiento» y ser convenientemente formado fue baqueteándose en el peso medio, al punto de llegar a coronarse a nivel regional en lo que fue el «primero de los campeonatos que me apunté». Recuerda que en «en el último de los combates llegó a tumbar dos veces a su último rival» y así empezó a justificar que su nombre fuera sonando con mucha fuerza entre bastidores. Que pasara a tener mayores pretensiones en base a una forma de pelear «en la que no rehuyo ni me gusta agarrar, en la que busco el cuerpo a cuerpo».

Pero claro, eso fue hasta caerle encima un jarro de agua fría. «Iba a debutar en profesional y fue cuando me llegó la carta diciéndome que en diez días tenía que ingresar en prisión. El abogado me dijo: 'cuanto antes te presentes, antes sales'. Resulta, según explica, que se dieron cuenta de que con el segundo incidente había violado el régimen de libertad condicional que había pasado a disfrutar tras el primero y que así se vio abocado a una «pena de dos años». Estaba «plenamente reformado», también ilusionado «con mi hijo y mujer», pero le tocó volver al agujero.

«Agradecido por el trato»

Entró en Albolote el 26 de septiembre de 2016. Y tras pasar «a los cuatro meses a la cárcel vieja» ya no tuvo que regresar más desde el pasado 19 de marzo, que es cuando se volvió a celebrar el Día del Padre. Sin duda, «una señal» dado que entre rejas sufrió principalmente que «no podía estar junto a mi hijo de tres años y medio». «Estoy agradecido al trato que recibí de los funcionarios. Conmigo no se portaron mal. Me trataron como a una persona normal», añade quien tiene claro que «de un penal se puede salir espabilado». En su caso, rehabilitado para retomar desde el punto en el que lo dejó.

Estando «un poco fuera de forma» porque recluido no entrenó, Heredia se plantea realizar en próximas fechas «tres o cuatro combates en amateur» para ponerse a punto. Y así poder estrenarse en categoría profesional ya bajo la supervisión de Víctor Segura. Dice que «no descarto llegar a un día ser campeón» de un título nacional, porque «todo es cuestión de ponerse» y «dicen que tengo condiciones». Pero a la espera, sigue siendo la persona, o el boxeador, que «nunca tuve miedo de nada». De lo que considera que fue «el combate más duro de mi vida», el de la cárcel, salió cicatrizado, «renovado, regenerado». Con la «fuerza suficiente» para reforzarse en su filosofía de pelea. Cuando salta al cuadrilátero «pienso que sólo puede quedar uno en pie» y en este caso también quiere ser él.

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