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Fútbol Provincial

La cara oculta del fútbol granadino

Cada vez más clubes de la provincia desaparecen por no poder hacer frente a los costes que conlleva mantenerlos | El balompié de la ciudad se encuentra en jaque ante la falta de ayudas económicas para financiar equipos

NACHO SANTANA

GRANADA

Viernes, 13 de octubre 2017, 00:39

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El fútbol no es sólo lo que muestran por la televisión: atletas capaces de llegar de área a área en un parpadeo o de hilvanar la más entramada de las jugadas pese a la presión asfixiante de la defensa rival. El fútbol no son Messi ni Cristiano Ronaldo. Más allá de todo lo que viene a la cabeza al pensar en el deporte rey, existe una versión más pura e inocente, que se apaga progresivamente a la sombra de la resplandeciente élite.

La realidad del fútbol granadino es muy diferente a la que cabría esperar en una ciudad con nueve equipos repartidos desde Tercera hasta Segunda división, donde milita la cabeza visible del balompié en la ciudad: el Granada Club de Fútbol. Cada vez más clubes modestos de categorías amateur se ven forzados a optar por disolver sus equipos sénior o, en el peor de los casos, desaparecer por completo, especialmente en el área metropolitana.

Esto se debe, principalmente, a que no se recibe ayuda alguna por parte del Ayuntamiento. Los clubes se ven obligados a financiarse con pagos de sus propios jugadores y, si hay suerte, con alguna aportación de patrocinadores. Sin embargo, cada vez menos negocios están dispuestos a ceder parte de su capital a esta causa, especialmente desde el estallido de la crisis.

El pago de las instalaciones supone el gasto de la mayor parte del presupuesto

A la falta de ayudas económicas hay que añadirle la cantidad de gastos que supone mantener a un equipo en su respectiva categoría, pues tanto club como jugadores deben darse de alta en la Real Federación Andaluza de Fútbol (RFAF), con un valor variable en función de la categoría en la que se encuentre ubicado el equipo en cuestión. Al alta federativa hay que unir los gastos del seguro médico, pues todos los jugadores cuentan con éste en caso de lesión, ya sea entrenando o durante un partido.

Las sanciones son otro de los factores que merman las arcas de los clubes, ya que el coste de las tarjetas -tanto amarillas como rojas- es creciente y termina por penalizar incluso a los más 'limpios'. Con un coste variable en función de la categoría, las amonestaciones o sanciones por comportamiento inadecuado terminan por hacer desaparecer una buena porción del presupuesto inicial. Además, el hecho de retirar a un equipo de la competición conlleva también una multa económica que, en algunos casos, no puede ser afrontada.

El segundo mayor agujero en el capital de los equipos modestos reside en algo tan básico como vital: pagar el arbitraje. Nuevamente, se trata de un importe variable según la división, pero inicia con un precio de en torno a 50 euros por equipo y sube exponencialmente con cada ascenso de categoría, haciendo más difícil el pago de esta cantidad para clubes que no disponen de vías de financiación.

Sin embargo, el mayor problema económico para los conjuntos de la capital y, a la vez, una de las mayores desventajas respecto a sus rivales reside en el coste de las instalaciones, tanto para entrenar como para disputar los partidos. Los clubes del área metropolitana se ven obligados a alquilar campos durante temporadas enteras para poder practicar, algo que les supone un coste desorbitado al que no tienen que hacer frente el resto de equipos de la provincia, que utilizan los estadios municipales a coste cero.

Uno de los equipos que tuvo que retirar su categoría sénior fue el CD Numancia, que se vio forzado a cortar sus actividades en esta parcela en el año 2012. «Era inviable», mantiene Andrés, miembro de la directiva del club, «sólo inscribir al equipo costaba más de 2.000 euros, no hay sénior por el coste». Pese a que llegaron a militar en Preferente -el equivalente a Primera división andaluza actualmente- tuvieron que disolver el primer equipo porque «sin ayudas económicas es muy difícil». «Justo estalló la crisis y era imposible que alguien financiase jugar, aunque fuese bajo mínimos», se lamenta Armando Vicente, presidente de la institución en aquel entonces.

Cifras desorbitadas

«Los jugadores pagaban cuotas para poder competir», explica Armando, una medida poco habitual en esa división, «subíamos los pagos de las categorías inferiores para poder nivelar los costes, si no, los sénior tendrían que pagar 500 euros cada uno». En el último año que el club pudo costear un equipo sénior, eran necesarios 22.000 euros para poder mantener todas las categorías, «aunque fuese con lo mínimo para que pudiesen competir, sin lujos pero felices». De esta cifra, 12.000 euros eran destinados a pagar las instalaciones, suponiendo más del 50% del presupuesto.

En la última de todas las categorías, el coste de mantener al equipo era de 12.000 euros, todo ello sin subvenciones ni patrocinios, mientras que un equipo juvenil en mayor categoría suponía un desembolso de la mitad de esta cifra. Esto se debe al aumento de los precios en las fichas, amonestaciones y arbitraje de los equipos sénior, lo que ocasiona que en muchos casos se tome la medida de no renovarles el alta en la competición para poder disminuir la cifra a pagar por las categorías inferiores.

Otro equipo que ha tenido que decir adiós a su categoría sénior es el Rayo Eneas. Ya en la temporada pasada lo elevado de los costes de mantenerse en la categoría hizo que la directiva tomase la decisión de retirar a la escuadra, pero el grupo formado en años anteriores llevó a algunos de los miembros más veteranos de la plantilla a poner dinero de su bolsillo para poder continuar una temporada más en la competición. Ahora, tras un año complicado, los rojiverdes dicen adiós a la competición de forma definitiva.

Las dificultades económicas ponen en jaque al fútbol de la ciudad, obligando a los clubes a retorcer sus presupuestos y hacer malabares para poder mantener a todos los equipos en sus categorías, llegando incluso a tener que renunciar a ascender de división por no poder afrontar el sobrecoste que supondría. Refugio tanto de jóvenes como de gente más experimentada en el campo, el balompié amateur pierde progresivamente su espacio en el área metropolitana como una mecha que es consumida poco a poco por el fuego sin que nadie haga nada por prolongar su vida.

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