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Los extremos del país

Los extremos del país

alicia giménez Bartlett

Domingo, 24 de junio 2018, 01:17

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Pese a mi hispanidad indiscutible, debo reconocer en público que en este mundial de Moscú soy totalmente imparcial. Me aterran los nacionalismos exacerbados y, encima, experimento siempre una piedad considerable por el perdedor. Si por mí fuera, nombraría un ganador a ojo, dependiendo de ciertas variables, y no de algo tan aleatorio y en el fondo tan casual como el número de goles. Por ejemplo, nunca hubiera permitido que Islandia perdiera. Los aficionados islandeses han dejado prácticamente vacío su país, fresco y sano, para ir a hacinarse a la capitaell rusa donde se fríen al sol, con más de treinta y dos grados de temperatura. No creo que estas criaturas que vemos en la prensa, blancuzcas y de panza un poco abultada por la cerveza, se merezcan ninguna desilusión. Al fin y al cabo, teniendo una tierra con pocos habitantes, rica y sin delincuencia, demuestran con su fervor que el deporte les importa por encima de otras cosas, y eso debe tener su premio. Lo malo es que Nigeria también se merecía ganar según mis criterios personales, y justamente por los mismos motivos que Islandia, su contrincante, sólo que al revés: ¿cómo estos muchachos del equipo nigeriano van a verse privados de la alegría del triunfo? Viven en un país superpoblado donde hace muchísimo calor. Es ideal que vayan ganando. ¿De qué manera solucionar entonces semejante contradicción? Por una vez, dejemos que hable el marcador. Nigeria dos, Islandia cero, punto final.

Con quien no pienso transigir es con Argentina. ¡Ah, no! Argentina ni puede ni debe perder. He leído en algún periódico que después de la paliza que sufrieron contra Croacia reinaba en el país un ambiente de funeral. La mención de esa palabra me ha hecho reaccionar con alarma intensa. ¿Ustedes saben cómo se las gastan los argentinos con los funerales? Ahí tienen el del Carlos Gardel, con una comitiva doliente que recorrió las carreteras desde Buenos Aires hasta el cementerio de Medellín. Por no hablar del entierro de Fanjio, el ultra campeón de Formula 1. ¡Qué dolor, qué crujir de dientes, qué mogollón de gente para darle el último adiós! Y luego, claro, está la madre de todos los funerales, el de Evita Perón. Ahí sí que echaron el resto, ni siquiera el de Rodolfo Valentino tuvo tanto lucimiento en lo que a desconsuelo se refiere. ¡No, no, por favor, no merece la pena, de verdad! ¿Para qué sembrar el abatimiento en todo un país? Ya me veo a Messi entonando el «Don't cry for me, Argentina» con lágrimas en los ojos . Por cierto, una vez me mandaron un vídeo suyo en el que tocaba el piano y lo hacía muy bien. En una palabra, que les den el título de campeones del mundo y ya está, todos contentos y fuera las exhibiciones necrológicas, que en el fondo son un tostón.

Y es que los países extremosos tienen mucho peligro. Hablamos de Argentina, pero hay más que están desde el principio dispuestos a rasgarse las vestiduras y estallar en sollozos al perder. Al final, tendré que aceptar que los goles son un buen sistema para determinar un ganador, quizá mejor que la conveniencia de darle la victoria a uno o a otro, cosa que acabaría por crear polémicas nacionales, que me provocan horror. Pero para países extremosos la propia anfitriona, la gran Rusia. Su clima, su frío invernal descontrolado y helador, fue capaz de dejar fuera de juego a los ejércitos invasores de Napoleón, a los de Hitler después. Pero ahora resulta que en este Mundial está haciendo un calor del demonio. Lo leo y oigo por todas partes: canícula, sofoco, bochorno, fuego, calorina, deshidratación… ¿Contra quién juega el calor, a quién beneficia, a los países más cálidos que están acostumbrados? No lo sé, pero ser tan extremo en algo tiene mucho de excesivo, de anormal. En cualquier caso, y ya que el Mundial es un campeonato y no una invasión militar, recibir a todos, jugadores y aficionados, con estas temperaturas me parece una absoluta falta de educación. ¡Con lo bien que se está en las costas del Cantábrico tomándose un zurito y viendo los partidos por televisión! Y si no hay más remedio, que gane el mejor.

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