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Valverde, el éxito con una mancha
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Valverde, el éxito con una mancha

El entrenador ha liderado el doblete nacional, Liga y Copa, en su primera temporada implantando su sello personal, incluso con un 4-4-2 que ya no se veía en el Camp Nou, pero la eliminación en Roma emborronó su imagen

P. Ríos

Barcelona

Martes, 1 de mayo 2018, 07:24

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Aunque jugó dos temporadas en el Barça de Johan Cruyff, entre 1988 y 1990, sin fortuna por culpa de las lesiones, la llegada de Ernesto Valverde al banquillo azulgrana se contempló con cierta desconfianza entre los habituales radicales del estilo y los puristas del 4-3-3 que abanderó el mítico entrenador holandés y que heredaron Frank Rijkaard, Pep Guardiola, Tito Vilanova y Luis Enrique en la era más exitosa del club. Su Athletic había tenido momentos de buen fútbol durante sus cuatro años como entrenador en Bilbao, pero se adivinaba un enfoque más tradicional de los planteamientos, incluso conservador.

El debate estaba preparado, pero quedó fuera de lugar muy pronto. Tras la marcha de Neymar al PSG y la depresiva imagen del equipo en la Supercopa de España ante el Real Madrid, todo el mundo entendió que se arrancaba desde el barro después de muchos años levitando y que no se podía ser tan cursi como para entretenerse con la defensa a ultranza de una apuesta por el juego de ataque apasionado cuando se había perdido la consistencia que necesita cualquier escuadra, algo que ya se echó en falta en los últimos meses de un Luis Enrique que al final ya lo dejaba todo en manos del Tridente. Ahora ya no eran tres. Quedaban Luis Suárez y Leo Messi a la espera de refuerzos.

Quizás a Valverde le faltó calibrar el desgaste de la Copa en enero, tradicional castigo físico ya para un Barça que suele pagar la factura en la Liga de Campeones y apenas hizo rotaciones entre los cracks

Como Coutinho no llegó en agosto y Dembélé se lesionó muy pronto, en ese contexto victimista Valverde tuvo coartada para ir colando poco a poco el sistema con el que se siente más a gusto: el 4-4-2. Y lo hizo con tanta mano izquierda que apenas se notó. Cuando los guardianes de la esencia se dieron cuenta y se disponían a iniciar la ofensiva crítica, ya era tarde: el Barça encadenaba victorias en Liga y en Europa, sumaba puntos, cada vez jugaba mejor y se consagró ganando 0-3 al Madrid en el Bernabéu. No era un fútbol excitante, pero sí convincente: líneas juntas, seriedad defensiva, efectividad en ataque... Además, los principales cracks parecían contentos y Messi seguía regalando goles y asistencias.

Quizás a Valverde le faltó calibrar el desgaste de la Copa del Rey en enero, tradicional castigo físico ya para un Barça que suele pagar la factura en la Liga de Campeones. El técnico, ante el nivel de las eliminatorias (Celta, Espanyol y Valencia), apenas hizo rotaciones entre los cracks, que cumplieron llegando a la final una vez más, pero que a partir de febrero ya dieron señales de fatiga tras 40 días jugando sin descanso intersemanal. Efectivamente, los octavos de la Liga de Campeones ante el Chelsea ya fueron sufridos pese al marcador del Camp Nou (3-0) y llegó el batacazo de la temporada, imprevisto, doloroso e incluso humillante para muchos: la Roma, un rival menor, remontó un 4-1 en la vuelta de cuartos con un 3-0 en el Olímpico, con Valverde paralizado en la banda, sin respuesta táctica para el plan de Eusebio di Francesco y haciendo cambios muy tardíos cuando ya hacía muchos minutos que aquello pintaba fatal.

Fue un golpe tremendo a la buena imagen que se había labrado Valverde durante meses, no sólo por la eliminación, también por la forma. Y llegaron las dudas de repente, con filtraciones desde la directiva apuntando a que quizás no cumplía el segundo año de contrato que tenía firmado. Pero todo volvió a la normalidad con el mejor partido del Barça esta temporada, el 0-5 al Sevilla en la final de Copa, y la conquista de la Liga con un récord de jornadas consecutivas invicto. El presidente, Josep Maria Bartomeu, aseguró que nadie se había planteado su destitución en verano. Y Valverde, antes de cerrar el doblete en Riazor, afirmó que «me queda un año y estoy contento aquí».

«Valverde tiene toda la responsabilidad de este doblete. Ha hecho un trabajo inmenso. No se le puede poner en duda. El presidente del Barça ya dijo que no había ningún problema con el entrenador».

GUILLERMO AMOR

Pero ya sabe que la Liga de Campeones comienza a ser una obsesión y la próxima temporada tendrá que lidiar con ella. «Es bueno alegrarte de lo que te pasa a ti y nunca del mal del contrario» sobre una posible eliminación del Madrid en la Champions», reconoció Guillermo Amor, director de Relaciones Institucionales del Barcelona en Riazor antes de ensalzar a Valverde del que dijo que la directiva nunca ha dudado. «Valverde tiene toda la responsabilidad de este doblete. Ha hecho un trabajo inmenso. No se le puede poner en duda. El presidente del Barça ya dijo que no había ningún problema con el entrenador».

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