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Miércoles, 2 de mayo 2018, 02:07
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Herman Melville, Richard Yates, Thomas Mann o Silvia Plath son algunos de los mejores escritores de los siglos XIX y XX y todos ellos tienen en común haber vivido existencias torturadas. «La gran literatura implica sufrimiento», asegura Santiago Velázquez (Madrid, 1977), que ha perfilado con su pluma a estos y a otros grandes autores y en su nueva obra, 'Soñaré en tus manos' (Playa de Ákaba).
Cervantes escribía en una celda y Flaubert se flagelaba pensando que estaba desperdiciando su vida mientras pespuntaba 'Madame Bovary'. Velázquez se pregunta «qué lleva a estos autores a escribir sabiendo que probablemente nadie les lea», y él mismo se responde: «La vocación literaria». «Para ellos, escribir no es un pasatiempo, sino algo que anteponen a cualquier otra cuestión vital y que les genera exclusión», agrega el autor de, entre otras obras, 'La extraña ilusión' (Premio Tiflos de Novela 2012), 'Viaje de invierno' y 'Todos los hombres que nunca seré'.
El malditismo funciona como combustible para la mejor literatura, cree Velázquez. «Es difícil que un escritor que tiene una vida satisfactoria o que es feliz haga una buena literatura», cuenta. Entre sus favoritos, W. G. Sebald, que acababa de publicar 'Austerlitz' cuando murió, en 2001, a los 57 años, en un accidente de tráfico. O Charles Bukowski, un fantasma sin éxito hasta que cumplió 40 años y un obseso del sexo que a partir de esa edad, utilizó sus triunfos literarios para llevarse a la cama a cuantas mujeres pudo.
En este canon de Velázquez queda hueco para algunos autores españoles. Miguel Delibes, lejos de los excesos de otros, le resulta admirable al autor de 'Soñaré en tus manos' por su manera de combinar periodismo y literatura. Francisco Umbral y Camilo José Cela se merecen un espacio en el libro por otras razones. El primero, por el hilo barroco que lo une directamente con Quevedo. El segundo, por su modernismo y sus primeras obras poéticas, aunque Velázquez recuerda que era un personaje «deleznable». Cela, como Celine en Francia, siempre sugieren la misma pregunta: ¿Hay que juzgar a un autor por su vida? «Hay que separar vida y obra. La historia personal influye, pero lo que importa de verdad son los libros», agrega Velázquez.
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