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Por qué merece el Nobel

Mauricio Bach

Jueves, 5 de octubre 2017, 20:44

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El Nobel a Ishiguro es el reconocimiento a su ambiciosa obra, pero también a una generación de escritores ingleses que podemos calificar de excepcional, la de los Julian Barnes, Ian McEwan, Martin Amis, Hanif Kureishi, Jonathan Coe... Autores de planteamientos variopintos pero a los que une la pasión por narrar. Ishiguro no solo no es una excepción, sino que es el paradigma de este fervor narrativo. Ha jugado desde planeamientos muy renovadores con los géneros -la novela histórica en 'Lo que queda del día', la ciencia ficción en 'Nunca me abandones', la novela artúrica en 'El gigante enterrado'...- porque son un trampolín para contar historias. Ishiguro es ante todo un gran fabulador, pero esta pulsión narrativa no está al servicio del mero entretenimiento, sino de una concepción de la novela como un medio para abordar temas de calado. De ello son buen ejemplo los tres libros que he mencionado y que en mi opinión representan -junto con los relatos de 'Nocturnos'- las cimas de una carrera literaria que no es extensa -solo siete novelas desde su debut en 1982-, no tiene grandes altibajos y se caracteriza por la ambición de no repetirse, de explorar siempre.

De estas tres características que considero que definen bien a Ishiguro -capacidad de fabulación, temas de calado y ambición literaria- es un perfecto ejemplo su última novela, 'El gigante enterrado', que he tenido el honor de traducir al castellano. Hay en ella aventuras dignas de 'Juego de tronos' -aparecen un guerrero sajón, un anciano caballero de Arturo, un dragón, monjes que practican extraños rituales de expiación...-, pero todo ello al servicio de unos temas de fondo que, pese a la ambientación medieval del libro, son de rabiosa actualidad. Aborda el asunto de la memoria histórica -¿es imprescindible recordar el pasado que ha provocado guerras o acaso es mejor olvidar las injusticias para evitar males futuros?-, los populismos -¿cómo se inculca el odio y el fervor patriótico a los pueblos y se los enfrenta con otros?- y el modo en que la sociedad afronta la vejez y la muerte. Y todo ello lo hace con una prosa de cadencia poética, repleta de matices.

Frente a quienes se rasgaron las vestiduras con el Nobel a Dylan, yo lo celebré porque era una valiente reivindicación de que la literatura no está solo en los libros. Ahora, con Ishiguro, el premio nos recuerda que a veces, entre tantos textos prescindibles, la verdadera literatura -fabuladora, profunda, ambiciosa, sutil- también está en los libros.

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