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La serie 'Hogueras' (al fondo), da la bienvenida al visitante.

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La serie 'Hogueras' (al fondo), da la bienvenida al visitante. RAMÓN L. PÉREZ

Javier Garcerá muestra la vida en rojo con 'Ni decir' en el Crucero del Hospital Real

El artista valenciano ofrece una de las grandes exposiciones de arte contemporáneo del año, donde exhibe retales de su vida

JOSÉ ANTONIO MUÑOZ

GRANADA

Sábado, 17 de febrero 2018, 15:56

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En la tarde de ayer se inauguró la que, sin duda, será una de las grandes muestras de arte contemporáneo del año en Granada. Su protagonista es el valenciano Javier Garcerá (Sagunto, 1967), uno de los artistas más sobresalientes de su generación. La muestra, titulada 'Ni decir', recoge 'sólo' 14 obras que suponen toda una declaración de intenciones de este hombre antes que artista, apasionado de la vida, tan capaz de asirse a su obra en el proceso de su concepción como de desasirse en cuanto adquiere vida propia.

Formado en Italia, Garcerá ha expuesto individualmente de la boca al tacón de la bota -Rimini, Turín, Alessandria, Milán, Roma, Pietrasanta, Palermo-, así como en capitales como Madrid, Lisboa, Oporto... Llega a Granada de la mano de la directora de Artes Visuales de la Universidad, Belén Mazuecos, quien vio su retrospectiva de media carrera 'Lo que no cabe en la cabeza' en Valencia. La muestra está integrada por su obra más reciente. «Pretendo que a través de la pintura, el uso de la luz y el sonido, el público se sumerja en mi mundo personal, que tiene que ver con la idea de las sensaciones. Es una exposición que va guiada al cuerpo, no solamente a la cabeza», comenta Garcerá.

El artista llega a Granada en un momento muy importante de su carrera. Al echar la vista atrás, observa, como si de un espectador exógeno se tratara, una clara evolución formal en su obra, con estaciones de parada periódicas, pero al llegar a este punto, muy lejos aún de su Estación Termini, ha descubierto un hilo conductor, tejido quizá con la misma seda que sirve como materia a alguna de las obras expuestas en Granada, que le muestra la coherencia y la consecuencia del camino seguido hasta ahora. «Si miro a lo largo de mi obra, encuentro una preocupación constante por la naturaleza, no como espacio exterior que nos acoge como habitantes del planeta, sino como algo interior, que nos define propiamente como seres humanos», comenta.

La serie 'Hogueras', que recibe al visitante a la exposición, se ha realizado con elementos de su estudio -la propia silla donde se sienta, presente también en Granada, caballetes, muebles...-, envueltos en ramas y zarzas, comprendidos como un todo que, aunque necesario, hay que dejar atrás si se quiere vivir en plenitud.

Ahora que estamos en Cuaresma, período de reflexión y ascetismo por excelencia en la tradición católica, la muestra del Hospital Real invita a que el espectador se enfrente a la obra sin prejuicios, «sin venir a mostrar lo que sabe, sino a dudar de lo que sabe, dejando sus conceptos sobre arte contemporáneo atrás. Me gustaría que mi obra tenga la capacidad de vaciar de palabras el decir del espectador».

Otro concepto con el que juega Garcerá en su discurso es el tiempo, y el concepto moderno de su pérdida. «María Zambrano decía que la obra es una morada temporal. Mi objetivo es que cada uno se regale el tiempo que pase en este fantástico Crucero del Hospital Real», comenta. A ello contribuye una atmósfera que alcanza su plenitud al declinar la tarde -la mejor hora para verla-, cuando la luz cae y la iluminación artificial de la muestra alcanza su plena justificación estética.

Garcerá ha evolucionado, según propia confesión, desde el concepto estético romántico de la búsqueda de lo sublime, del desgarro y la incertidumbre, hacia una obra más serena, hacia la madurez del hacer. La tensión estética se mantiene, pero tamizada por ese encuentro que tarde o temprano debe producirse entre los puntos antagónicos.

Color

El rojo es la referencia cromática de la muestra. Un rojo que se transforma en manos de este artista, de un color identificado con el cambio traumático, casi con la violencia, hacia un color envolvente, cálido, energético... que incita sin excitar, y que excita sin exacerbar. En cuanto a las dimensiones físicas, el artista considera que el gran formato, dominador del contenido de la muestra -la obra más pequeña tiene 110 por 110 centímetros, pero la mayoría son de cinco metros por 3,60-, se justifica, aparte de por cuestiones netamente expresivas, por la necesidad de que la obra dialogue con el espacio. Así, algunas de las obras expuestas en el Hospital Real también ocuparon un espacio preeminente en la muestra valenciana. El espacio neoclásico del Carmen sirvió como marco idóneo, aunque el edificio renacentista de la Cuesta del Hospicio le parezca igualmente adecuado al creador.

El reducido número de referencias no es sino el resultado de un deseo de mostrar lo esencial. «Tengo mucha más obra, pero lo que he querido es que el espectador se detenga en lo que ve». Aparece la invitación a desprendernos de todo de la serie 'Hogueras', hasta llegar a 'Que no cabe en la cabeza', una obra dual que, en el centro del Crucero, muestra la cara A, donde una base geométrica sirve como apoyo a los útiles del artista, representados en una torre, y la cara B, a la manera de los dípticos decorados por el haz y el envés, en la más pura tradición del Quattrocento transalpino, aunque en este caso, ambas caras de la obra dialogan como en un espejo bifronte.

Imágenes que se mueven y cambian de color dependiendo del punto de observación, incidiendo en la línea de la impermanencia, de esa vida que se escapa, y el uso de técnicas como el acrílico sobre seda o la erosión de la propia seda -presente en la obra 'La menor distancia'-, unido a la presencia sonora del ambiente de su estudio o la propia respiración del artista, hacen de 'Ni decir' una experiencia global cuyo objetivo no es otro que articular un cambio en las convicciones vitales del espectador.

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