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Adela Tarifa, catedrática de Geografía e Historia y consejera directora del IEG. LAURA VELASCO
«Fue un modelo revolucionario que puso en marcha el reloj de la historia»

«Fue un modelo revolucionario que puso en marcha el reloj de la historia»

Adela Tarifa (IEG) apuesta por las Nuevas Poblaciones para Patrimonio de la UNESCO

ANTONIO ORDÓÑEZ

JAÉN

Jueves, 19 de octubre 2017, 00:15

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El modelo de las Nuevas Poblaciones destaca por incluir múltiples singularidades que perseguían un cambio de mentalidad. Como destaca la catedrática de Geografía e Historia y consejera directora del Instituto de Estudios Giennenses (IEG), Adela Tarifa, fue un modelo innovador, que pretendía «eliminar los vicios del antiguo régimen» y que se caracterizaba por «ser justo e increíblemente adelantado a su tiempo». Y precisamente esas ideas originales y genuinas del modelo impulsado por Carlos III serán objeto de estudio en el Congreso Internacional 250 aniversario de la Fundación de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía, que arranca mañana en La Carolina.

Para Adela Tarifa este proyecto es una «aventura apasionante» que se entiende perfectamente si se analiza su contexto. Es el siglo XVIII, Carlos III y sus asesores (Campomanes, Olavide, Floridablanca, etc.) están impregnados de las ideas de la Ilustración. A la par, España tiene una carencia de mano de obra y de tierras cultivadas que proporcionen los alimentos necesarios. Ahí surge la idea de ocupar zonas despobladas, como Sierra Morena, en la que solamente había ventas y se había convertido en escondite de bandoleros.

El objetivo «era crear una sociedad nueva, eliminando vicios del antiguo régimen»

«Era una sociedad con una proyección diferente, se parece más a la actual»

Pero el objetivo era hacerlo con un modelo de gestión novedoso y muy avanzado. La catedrática asevera que el gran objetivo de Carlos III y los suyos era «crear una sociedad nueva, eliminando los vicios del sistema estamental del antiguo régimen... «Se pretendía que el trabajo estuviera bien visto, algo que no era frecuente antes, pues las labores manuales se consideraban deshonroso. Se buscaba que la sociedad fuera más justa, que todo colono tuviera una tierra para trabajar. Que tuviera una casa digna, y que todos los miembros de la familia tuvieran una labor...». Así fue como llegaron «esos casi 7.000 colonos, a los que se recibió como hermanos. Fue una colonización fabulosa, aunque tuviera algún defecto. Porque era una colonización que promovía una inmigración legal, que concedía al que llegaba la categoría de súbdito en igualdad con el resto de habitante...», asevera Tarifa.

Primeros pasos

Pero, ¿cómo se lleva a cabo ese proceso colonizador? La Corte tenía muy claro que quería poner en marcha estos asentamientos, así que inició el reclutamiento de extranjeros, a los que se les requería que fueran católicos y aptos para trabajar la tierra, y a cambio llegarían a este país de manera legal, y con los mismos derechos que cualquier súbdito español. Así fueron como embarcaron miles de colonos en busca de lo que se denominó el 'Puerto de la Felicidad'. Adela Tarifa asegura que evidentemente, en un primer momento no se encontraron todo lo que se les había prometido (tierras, una casa, etc.), y los primeros asentamientos fueron muy duros (una tierra inhóspita, un clima al que no estaban acostumbrados, enfermedades endémicas...). Muchos murieron y otros desertaron, pero con el esfuerzo que desarrollaron los supervivientes, pronto la cosa empezaría a rodar.

Y es que como señala la consejera directora del IEG, los asentamientos proliferaron rápidamente. Eran los años 1767 y 1768, y los primeros colonos llegaron a La Peñuela (hoy La Carolina), a Guarromán y a Santa Elena. Posteriormente le llegaría el turno a Carboneros, Aldeaquemada, Arquillos, Montizón... En menos de 10 años los pueblos estaban ya construidos, ya funcionaban las 'suertes' (unidad de medida de producción agraria, equivalente a 50 fanegas) y se recogían cosechas. En unos 20 años quienes visitaban estas poblaciones se sorprendían con lo que allí se había gestado.

«El Fuero proponía un modelo de gobierno muy interesante... más abierto y 'democrático'»

«En este sistema se valoraba el esfuerzo del trabajo como elemento de progreso»

Y todo estaba organizado por un sistema ideal al amparo del Fuero de 1767, que regía todos los aspectos de la vida de los colonos a través de sus 79 artículos. «Se trataba de un modelo de gobierno muy interesante -indica Tarifa-, mucho más abierto y digamos, entre comillas, más 'democrático' de lo que era habitual en el resto de España». La figura principal en esta sociedad era el superintendente (el primero fue Pablo de Olavide). La capital de las Nuevas Poblaciones estaba en La Carolina, y allí residía el alcalde mayor. A partir de ahí, cada colonia tenía un comandante civil, y debajo de ellos en la estructura, se situaban los directores de los departamentos (que aglutinaban un conjunto de 'suertes', que era la unidad de medida de producción agraria).

Cargos renovables

De esta manera, la vida del colono estaba totalmente controlada. Había un síndico que defendía sus intereses, había un capellán en todas las colonias, era obligatoria la asistencia a la escuela donde se enseñaba a leer y a escribir a niños y a niñas. El cargo de comandante civil se elegía por sorteo cada año, el día de Nochebuena, entre todos los miembros. Este método, muy ordenado, perseguía erradicar la corrupción, pues los cargos se renovaban con mucha frecuencia. «Fue un modelo revolucionario que puso en marcha el reloj de la historia y que permitió que en algunos pueblos de Jaén la historia adelantase muchas décadas», valora Adela Tarifa.

Proyecto sin igual

La responsable del IEG lo tiene claro: «Creo que lo más singular que tenemos en la provincia de Jaén hoy por hoy son las Nuevas Poblaciones. Porque en el Reino de Jaén, como en el resto de España, había villas realengas, señoríos,...; pero si nos fijamos en ellas, la diferencia está en que no tienen un modelo de gobierno como este, ni su urbanismo, ni sus elementos políticos, sociales, etc. Esto sí que es singular».

«Estamos en lugares regidos por una ley nueva -continúa-. Una ley muy avanzada para su época; habría que esperar a la Revolución Francesa o a la Constitución americana... Una ley que se preocupa por la igualdad social, por el que todo el mundo tenga tierra y la trabaje... Una sociedad en la que se valora el esfuerzo del trabajo como elemento de progreso... Esa sociedad, con una proyección diferente, es el futuro. Se parece mucho más a nuestra sociedad actual que a cualquier otra cosa... Y en algunos casos la supera, como en bienestar social, en el ataque a toda superstición, por ejemplo....». Para la experta, «bien merecería por parte de las autoridades el plantearse el proyecto de proponer el conjunto de las Nuevas Poblaciones como Patrimonio de la Humanidad, porque son singulares en su concepto, en su arquitectura, por su urbanismo, por el modo de vida, por quienes las pueblan. No hay nada que escape a esto y eso es lo que intentaremos poner en valor desde la comisión Fuero 250, y en el congreso que ahora celebramos...». «Estoy convencida de que si esa idea se cogiera con entusiasmo, y se asumiera, podría tener cabida en el ideario de la UNESCO...», sentencia Tarifa.

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