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Juan José Castro, durante su lectura en Reciclaje.

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Juan José Castro, durante su lectura en Reciclaje. Alfredo Aguilar

Granada, hogar de las musas

Bares, museos, centros culturales y, por supuesto, librerías, fueron el decorado idóneo para el gran evento de la palabra | Más de 60 autores leyeron sus versos en la ciudad para celebrar el Día Mundial de la Poesía

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Jueves, 22 de marzo 2018, 02:29

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No hace falta tirar de currículum. No, no es necesario nombrar a Federico, ahora casi tan presente en la plaza de la Romanilla como en las bibliotecas; ni a Luis, tan necesario y tan olvidado. No hay que irse tan atrás ni colarse en ese paraíso cerrado para muchos, por desgracia la memoria es tan corta, de Pedro. Basta, bastaba ayer, con asomarse a una esquina cualquiera de esta ciudad, hogar aún de las Musas, y abrir de par en par los oídos y los ojos y el corazón a la palabra.

Granada se vestía de versos una vez más para conmemorar la jornada en que los ciudadanos renuevan la esperanza en la poesía, el día en que se acercan -pocas veces tan expansiva- a la belleza del encabalgamiento y la rima, la musicalidad de los acentos, el portentoso edificio del poema y la oculta verdad que muchas veces guarda. Era, así lo decían los carteles, el Día Mundial de la Poesía y la capital nazarí se giró sobre sí misma para recordar que es hoy en día, no solo ayer, casa de creadores.

Más de 60 autores sumaron su voz a la fiesta. Lo hicieron organizados por el área de Cultura del Ayuntamiento de Granada, dentro del programa 'Granada, ciudad de la Literatura Unesco' que dirige Jesús Ortega. La cita, este año más crecida que en su debut, se celebraba además simultáneamente en otras 13 ciudades. La idea era que la palabra tomara forma donde solo suele estar escrita: librerías, museos, centros culturales... Y allí se festejó, pero también -y estaba fuera de toda previsión- en los buses y los bares, en las pantallas de los móviles y en las azoteas, en el banco y en los colegios y en la universidad, donde por la mañana, una muchacha le confesaba a otra que había vuelto a leer a Lorca.

El poeta de Fuente Vaqueros estuvo también en el comienzo de la fiesta oficial, en labios de una Rosaura Álvarez que le dedicó el primero de sus poemas en el Centro Guerrero.

La autora, que minutos antes había explicado su visión de la poesía -»el arte más alto porque se fabrica con algo intrínsecamente humano, la palabra»-, construyó con un hilillo dulcísimo de voz un edificio de imágenes en las que se reflejaba todo lo que fue y lo que no pudo llegar a ser el poeta, el gozo de la celebración por lo aprehendido y la amargura terrible de su pérdida. Lo hizo con la maestría de la que es hoy una de las decanas del verso en la ciudad. El aplauso, más valorado aún por venir de otras figuras como Teresa Gómez o Mónica Francés que se mezclaban entre el público y leyeron tras ella, se sumó al homenaje.

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Si en el museo estaba Lorca, en la tienda de la Alhambra en Reyes Católicos se apuntaba a la actualidad. Allí era Antonio Praena, reciente ganador del premio Andalucía de la Crítica, el que recibía el homenaje de un Jesús Amaya que le dedicaba uno de sus poemas y preguntaba, como escribió hace tiempo el galardonado, si puede marcharse el tiempo que nunca se ha tenido. La muerte y la angustia y el dolor y el pasado fueron los temas sobre los que giró Amaya en su lectura; sus contrarios eran evocados, por otra parte, en el Centro Lorca minutos después, cuando la tarde empezaba a despedirse por Loja. El hall del museo acogía el acto oficial de la jornada. Allí se citaban el alcalde de Granada, Francisco Cuenca, que leyó un poema de José Ángel Valente; y la embajadora de Buena Voluntad de la Unesco para las ciudades creativas, Francesca Meroni, que se estrenaba en el cargo visitando la capital nazarí. También las autoras Georgina Wilding, Anja Golob, Ana Barton y Petronela Rotar, que sorprendieron con sus formas distintas de lectura, tan exóticas, y que cantaban a la celebración, al gozo y a la vida.

Más allá de tiendas y museos, las librerías fueron ayer el gran escenario de la jornada. La amplitud del programa impedía abarcarlas todas: Bakakai, Ubú, Atlas, Imagina, Praga... En cada una de ellas, corazón cotidiano de las mejores letras, latió ayer lo mejor de la poesía granadina. También en Picasso, donde Jesús Montiel leyó algunos de los poemas en prosa que acaba de editar en Etcétera y Eduardo Castro recordó aquellos poemas de amor con los que se alzó, hace ya algunos años, con uno de los galardones que atesora. «Lo que me gusta de ti...».

Lo que nos gusta de la poesía estuvo también en otros sitios como Babel. Lo que tiene de evasión y belleza, lo que tiene de pálpito y su escasez de fronteras y su capacidad para unir y celebrar... Allí los tres autores que debían leer uno tras otro decidieron saltarse las reglas de la métrica del día y construir un terceto encadenado. Y así sonaron primero un poema de Álvaro Salvador, luego uno de Azucena G. Blanco y después otro de Juan Andrés García Román.

Y Babel fue playa, plaza y parque; un amanecer blanco alemán y un pájaro y una lágrima salina, una España herida que duele a muchachas al sol, un homenaje a Cortázar y una fiesta que cerró la fiesta con la voz del poeta. «Canta conmigo ahora que la noche se acerca». Y así los cogió la noche, cantando.

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