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Pablo Rodríguez
Granada
Lunes, 18 de diciembre 2017, 00:54
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«No es extraño que algunas de las estampas cuelguen aún actualmente en espacios donde se toman altas decisiones políticas», dice Francisco Baena, director del Centro Guerrero. Y es cierto. Obras del granadino cuelgan en despachos y salones de los centros de poder; algunos incluso, como el del Consejo de Ministros de la Moncloa, han presenciado en primera persona los entresijos de la crisis independentista en Cataluña. Es así porque el artista fue reconocido en su momento como «referente de modernidad, como icono de frescura». Un Guerrero, grabador de la libertad en la nueva España democrática, que despidió 40 años de dictadura con sus estampas y que hoy, cuatro décadas después, es recordado con la publicación de un catálogo razonado que repasa su obra gráfica completa y la inauguración de una muestra que reúne algunos de sus trabajos en la sede de Calcografía Nacional, en Madrid.
Diez años de trabajo han permitido a la investigadora Elena Díaz Escudero catalogar la obra gráfica completa del granadino, una compilación exhaustiva que ha permitido localizar y sacar a la luz su importante producción. No era fácil, reconoce Baena, que durante estos años ha permanecido atento a los avances de la experta. El proyecto ha debido hacer frente a la enorme dispersión de los grabados, un problema que da cuenta también del éxito del trabajo de Guerrero.
¿Qué? Catálogo razonado de la obra gráfica de José Guerrero. Repaso al proceso evolutivo completo del artista desde 1950 a 1991.
¿Quién? La investigadora Elena Díaz Escudero en colaboración con el Centro Guerrero y la experta en la obra del granadino María Dolores Jiménez-Blanco.
El volumen, presentado ayer en Madrid en la Academia de Bellas Artes, repasa 41 años de obra gráfica, desde los comienzos en Nueva York en la década de los 50 hasta sus trabajos finales en 1991. Es un recorrido, como explica Baena, «en paralelo al de su pintura, en la que se contempla la evolución del pintor: la abstracción biomórfica, el expresionismo abstracto, las fosforescencias, los trabajos de los límites... todo Guerrero está aquí».
Su llegada al grabado no fue temprana. No se tenía constancia de su interés hasta su marcha a los Estados Unidos, donde se vio sacudido por los nuevos lenguajes artísticos que por entonces bullían en las galerías neoyorquinas de comienzos de los 50. «Era un código que le desbordaba un poco por intensidad, por formato, por libertad; y su manera de aprenderlo fue mediante el grabado», recuerda el director del Centro Guerrero.
El volumen desvela la presencia y el aprendizaje en el taller de Stanley William Hayter, artista de vanguardias que había colaborado con Miró y que por entonces sacudía la escena neoyorquina. Por allí pasaron muchos de los compañeros de generación del granadino y fue con Hayter con quién depuró el lenguaje figurativo y halló, como revela Baena, las bioformas que acabaría desarrollando posteriormente.
El éxito de las primeras exposiciones de grabados, realizados con técnicas clásicas como el aguafuerte o las resinas, le dio la confianza para dar el salto a otros formatos: «la litografía y, sobre todo en los 80, la serigrafía, que le daba más lucimiento al color que era lo que estaba desarrollando».
El triunfo de la modernidad
El impacto de la obra de José Guerrero tuvo su eco en España. El país despertaba de la oscuridad franquista, de una escena en la que solo la luz del grupo El Paso había logrado hacerse ver, para poner las bases del nuevo estado democrático. En ese escenario el granadino multiplicó su presencia, agitó su producción y se erigió, como señala Baena, en «un símbolo de la España moderno y libre a la que los artistas jóvenes de la época querían aspirar».
De esa época proceden los grabados que hoy cuelgan en despachos de poder en Madrid y que aparecen catalogados y contextualizados por Díaz Escudero. Algunos de ellos también han sido reunidos para la ocasión en una muestra que acoge desde ayer Calcografía Nacional.
Allí el Centro Guerrero ha organizado una exposición antológica y retrospectiva sobre la producción gráfica del artista. Son medio centenar de grabados en todos los formatos empleados –serigrafía, litografía, aguafuerte...– que permiten contemplar la evolución completa del creador.
La muestra revela también el interés de Guerrero por otras artes, especialmente por la música y la poesía. El artista compuso muchas de sus estampas a partir de versos o poemas completos de autores con los que se vinculó personal o emocionalmente. Es el caso de Federico García Lorca, cuyo asesinato le inspiró muchos de sus trabajos, o Jorge Guillén, a quien le requirió algunos de sus textos para componer nuevas imágenes a partir de ellos.
Todo este viaje por la trayectoria de Guerrero, el grabador de las libertades, puede ahora seguirse a través del catálogo de Díaz Escudero y de la muestra de Calcografía Nacional, una exposición que podría recalar –aún está por cerrar– en la capital nazarí a partir de marzo de 2018.
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