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El cumpleaños feliz del Granada Sound

El festival se consagra en su sexta edición. 20.000 asistentes pasaron por el Cortijo del Conde cada día, con un 95% de ocupación hotelera. Los Planetas, Maga y Dorian, triunfadores de la segunda jornad

EDUARDO TÉBAR

GRANADA

Domingo, 24 de septiembre 2017, 03:00

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El Granada Sound es ya una realidad entre las grandes citas festivaleras del país. Cifras más o menos infladas al margen, los hechos son los hechos. El evento ha sacudido la ciudad durante el fin de semana. En las últimas horas, la organización confirmaba las previsiones: 20.000 personas desfilaron por el macroespacio instalado en el Cortijo del Conde en cada una de las dos jornadas. 95% de ocupación hotelera y un impacto estimado de 9 millones de euros en la capital. La colaboración con el proyecto 'Granada Ciudad del Rock', apoyado por el Ayuntamiento, dotó al festival de identidad y coherencia con su nombre. La música en directo se extendió por bares y locales. La música se respiraba en el ambiente. Se puede decir: después de seis ediciones, el Granada Sound se ha hecho mayor. Todo un logro una tierra que -salvo el aguante heroico del Zaidín Rock- no levantaba cabeza en materia de festivales desde el Espárrago.

Si el viernes fue el reinado de Lori Meyers y Sidonie, anoche se repartió el foco principal entre Los Planetas y Maga. Y había dudas sobre cómo encajaría la banda de J en un contexto cuanto menos extraño para los granadinos. El indie de hoy no es como el de ayer. Y el público, claro, tampoco. Pero los responsables de 'Zona Temporalmente Autónoma', uno de los discos más vilipendiados y adorados del año, salieron airosos del envite. Por supuesto, sin dar facilidades. Para recibir el premio había que esforzarse en conectar con una primera parte borrascosa. Nada de complicidades por la vía inmediata. Muchos optaron por el botellón afuera. Los diez minutos de trance coránico de 'Los poetas' resultaban una invitación al todo o nada. Psicodelia flamenca de sabor acibarado, sostenida en el Granada Sound con una acústica fortísima pero matizada.

El sonido Planetas es un mérito trabajado en el cuarto de siglo de trayectoria del combo. Un conjunto perfectamente estuchado. La taquigrafía evanescente de Florent. La versatilidad plástica de Banin, intercalando teclados y guitarras. La pegada solemne de Eric. Y los matices añadidos por el menos antiguo de la formación, Julián Méndez 'Checopolaco', que aporta coros y engorda los estribillos. La austeridad contrastaba con la pirotecnia colorista de Lori Meyers la velada anterior. J apenas se comunicó para dar paso a 'Hierro y níquel'. La concurrencia canturreó 'Santos que yo te pinte', himno que empequeñece los melodramas amplificados del resto. Con 'Segundo premio' llegó el primer sopapo. Al fin, meneo y comunión con 'Espíritu olímpico' y 'Alegrías del incendio'. Y ramillete de 'hits' de los noventa.

«No me gustan, pero es el mejor concierto de Los Planetas que he visto», relataba Lucía. Una forma distinta de disfrutar del grupo, que no es la butaca del Palacio de Congresos o el recogimiento de sala, como en la Industrial Copera en 2015. «Cuatro millones de rayas» fue la frase del 'show' que se entonó con unanimidad. Se marcharon con un 'Islamabad' cargado de existencialismo.

Maga, rock lírico

Luego, los sevillanos Maga se dieron un baño de cariño mientras ofrecían su rock lírico, sensible e inteligente. Con invitados insospechados como Ani B Sweet. «Nos ha costado más de un año convencerla para que se suba al escenario», contó Miguel Rivera. Tremendo cierre con el ya remoto 'Agosto esquimal'. De madrugada ya, los catalanes Dorian aplicaron la baza mágica del pop electrónico al trote de 'Los amigos que perdí'. «Tenemos sorpresas reservadas para esta noche», anticiparon al subir y disparar lo de 'Hasta que caiga el sol'. Canciones nocturnas, poéticas, conmovedoras y bailables. Supo a gloria 'A cualquier otra parte', canon hedonista del indie español del siglo XXI. La nota política del festival la dieron ellos. «Que lo que separa la política lo una la música. Contrastad la información que os dan los medios. Que no os tomen el pelo unos y otros».

El festival tenía lugar al margen de la urbe, pero su influjo se extendió por el centro de la ciudad. Numerosos visitantes llenaron calles y establecimientos. El Bar Soria o El Bar de Eric servían tapas a una legión de curiosos que preguntaban por las historias que escoden las fotos en las paredes. Un camarero 'malafollá' que pincha con el cantante de Lori Meyers. La icónica falda de la Bienquerida junto a la chupa de cuero de Ana Curra. Un garabato de Johnny Rotten. O el documento gráfico de un jovencito Antonio Arias en los ochenta, en tiempos de 091, que encabeza la exposición sobre la movida de aquella década que presenta el fotógrafo Javier Martín Ruiz.

«Los que vivís en Granada no sois conscientes de lo que tenéis», comentaba Manuel, procedente de Murcia. Su grupo de amigos corría para encontrar hueco en Discos Bora Bora: sus paisanos Viva Suecia actuaban por sorpresa. «Una de las mejores cosas de este segundo y último día en el Granada Sound ha sido descubrir Bora Bora», apuntaba Carlos en la Plaza de la Universidad. El jefe del negocio, Don Gonzalo, tenía el honor de clausurar el evento, mediante una sesión con toque de queda previsto a las cinco de la mañana. Al lado del bar del batería de Los Planetas, en Botánico, las malagueñas Dreyma daban a conocer su 'dream pop' envolvente, nueva apuesta del sello granadino Discos Imaginarios. Cris y Mel han recibido a los visitantes del Granada Sound, encima del rótulo luminoso, con canciones introspectivas, de atmósferas expansivas. Un sonido sintético que complementaba Zines, la prometedora invención de Cráneo Prisma, aquí ayudando en las voces por Sanders Sweet. El gaditano, afincado en la capital nazarí, es uno de esos personajes necesarios que revitalizan una escena, como Poch en La Movida. Baja fidelidad, cajas de ritmos y un universo del que se sale sin volver a ver igual al resto.

Por la tarde, el goteo de asistentes que accedían al recinto, en el Cortijo del Conde, era incesante. En la cola se repetían las mismas quejas del viernes: «Gran cartel, pero pésima organización». Antes de disfrutar con la música, el público tuvo que soportar colas interminables, largas esperas para ser atendidos en la barra y un auténtico caos para aparcar, con la incertidumbre de volver con una multa de recuerdo. Y la imposibilidad de cruzar la muchedumbre entre los dos escenarios principales, para, por ejemplo, acudir a los aseos.

Arco, animal de escenario

Una vez dentro, los locales Los Térmicos daban la bienvenida con su pop de querencia 'sixtie'. Aires yeyé y flashes de pista de baile del Swinging London. Una delicia empezar así, con las viñetas del estupendo epé que sacaron este verano, 'Bajo el sol'. Impregnados de la escuela 'Flor de pasión' de Juan de Pablos, los mismo evocan a los Pretty Things en 'Mi amor es para ti' o el 'power-pop' exquisito de los Rubinoos en 'La Noche de San Juan'. Rocanrol, guateque y playa. Por cosas como esta merecía la pena cruzar la entrada y adentrarse en este parque de atracciones de la música. Para abrir boca, los valencianos Lígula despachaban piscolabis cargados de melodía y el hueteño Antonio Arco ampliaba la paleta estilística del cartel. El exlíder de El Puchero del Hortelano es un animal de escenario y un vocalista sobrado. Ya lejos del circuito mestizo que antaño conquistó, ayer sorprendió y maravilló con su obra solista, más cerca de la balada italiana. Mucha reflexión de quien acaba de entrar en la cuarentena. Arco rompió la uniformidad indie y se marchó con una séquito de convertidos.

Entre la masa de gente, Isaac lucía la bandera asturiana: «Soy un oviedista en el Granada Sound». Y en eso saltaron Viva Suecia, los más aplaudidos de la tarde. «He cumplido un sueño viendo esto», señalaba Daniel. «Un conciertazo brutal», apuntaba Ana. «Los vi en este festival cuando éramos cinco filas. Se han hecho muy grandes», explicaba Jorge. Muchos de los presentes tenían subrayado en rojo el espectáculo de los murcianos. Épica de la tortura, dramatismo seductor, electricidad narcótica. Melancolía para corear. Para coger, vino de perlas el electropop rapeado de Delafé. Entre tanto, el dj Arturo Mondo ponía a desgastar suela a costa de Lori Meyers, Disco Mordisco, Varry Brava o C. Tangana. La noche aguardaba un último bombazo: los noruegos Kakkmaddafakka. Así fue el cumpleaños feliz del Granada Sound de 2017.

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