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Las mejores imágenes de la cita de ayer en la Monumental de Frascuel, en el albero y en las gradas.

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Las mejores imágenes de la cita de ayer en la Monumental de Frascuel, en el albero y en las gradas. RAMÓN L. PÉREZ

Las chispas de la fallida tarde de traca

Nueva Puerta Grande de 'El Fandi', la número 47 en sus cincuenta paseíllos en la Monumental de Frascuelo

F. MARTÍNEZ PEREA

Sábado, 2 de junio 2018, 02:31

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GRANADA. «Hoy saltan chispas». Lo decía un aficionado cuando tomaba asiento en su localidad del tendido 7, convencido de la más que probable competencia en el ruedo de tres figuras que han cincelado su buen nombre y fama a golpe de orgullo, raza y valor. Uno, Julián López 'El Juli', con todos esos valores y algunos más que lo han convertido en una de las figuras más importantes de las últimas décadas. Otro, David Fandila 'El Fandi', con la misma capacidad de entrega y otras armas que él esgrime de forma permanente y generosa y que son fundamentales en el toreo de ahora y de siempre. Y un tercero, el peruano Roca Rey, que es la síntesis de casi todo: valor sin límites, variedad, capacidad y personalidad. Tres toreros explosivos, cada uno con sus particulares cartuchos, para una tarde de traca que, sobre el papel tenía que llenar el universo mágico de la Monumental de Frascuelo de luces, sones y emociones. Pirotecnia de lujo, sí, con los toros de Victoriano del Río, tan fiables en cuanto a bravura encastada, como principales artificieros. Eran los encargados de prender la mecha y, miren por donde, no solo aportaron muy poca pólvora, sino que la mayoría de ella estaba mojada. Saltaron chispas, sí, pero de indignación por parte de los aficionados y de decepción por parte de los toreros.

Sin fortuna

Julián López 'El Juli' es un torero prodigio. Lo fue siendo un niño y lo sigue siendo ahora, en versión corregida y aumentada, cuando su currículum de figura deja ver un palmarés insuperable. Prodigio de ambición, de entrega, de saber y poder. También de ilusión y afición. No hay medias tintas para el madrileño. Siempre hace lo que hay que hacer y ese poquito o mucho más que distingue a los verdaderamente grandes. En la tarde de ayer, consciente del empuje de sus dos compañeros, Julián salió a por todas, sin escatimar nada ni regalar nada para la galería, pero sus ilusiones se desvanecieron pronto. Su primer toro tenía algo de clase, pero nada de fuerza. 'El Juli' manejó el capo te con cadencia y gusto y después, muleta en mano, logró mantener en pie a su oponente y sacarle los pocos pases que tenía, siempre en el sitio justo, con mando y haciendo todas las suertes con exquisito temple. La faena no fue intensa -no lo permitía el toro- pero sí aseada y de gran mérito, con algunos muletazos en redondo y al natural de trazo gordo. Un Juli en maestro, gustándose, pero sin la transmisión necesaria para redondear un gran triunfo. En cualquier caso, de haber acertado con la espada hubiera podido pasear al menos una oreja. Los cuatro pinchazos previos a la estocada definitiva lo dejaron sin premio.

Pésimo el encierro de Victoriano del Rey, bajo de raza, peor de fuerzas y muy desigual

Con el cuarto, el mismo gran torero, aunque en ejercicio de damnificado. El toro dejó ver cierta boyantía en los primeros tercios, pero fue mero espejismo. Claudicó tras varios muletazos y, además, dobló las manos, confirmando lo que todos temían. 'El Juli', muy profesional, lo intentó de forma tesonera, pero la ruidosa protesta del respetable le obligó a abreviar. El madrileño no tuvo la fortuna como aliada en su retorno a la Monumental de Frascuelo.

'El Fandi', pura raza

David Fandila 'El Fandi' no necesita estímulos ni competencias para ir a la guerra. Compite cada tarde consigo mismo y, si es necesario, con el mundo. Va en sus genes de guerrero, en su forma de ser. Además, el David que pisa ahora los ruedos, con mucha experiencia acumulada, con muchos triunfos y muchas batallas ganadas, no renuncia a su personalidad. Sigue fiel a muchas de las cosas que lo elevaron a rango de figura, aunque su toreo tenga ahora más reposo, más fundamentos artísticos y más quilates.

Fandila arrolla, levanta pasiones y trabaja a destajo porque su ofrenda al público siempre es máxima, pero apela también al toreo que sale de las entrañas, el más auténtico. El capote del granadino es expresión máxima de torería y plasticidad. Los tercios de banderillas, un portento, y su toreo de muleta una mezcla de diferentes tauromaquias que, aunque reñidas en cuanto a conceptos artísticos, se complementan perfectamente.

En la tarde de ayer David salió a revientacalderas. Buscó el triunfo desde que, rodillas en tierra, saludó con largas cambiadas al segundo. Y siguió buscándolo con las verónicas, las chicuelinas y todo lo que dibujó su fino capote. El David de siempre, en su plaza y con su gente. Todo un acontecimiento. Después llegó el quite por lopecinas y, con los tendidos ya rendidos al torero, los pares de banderillas marca de la casa. Dos de poder a poder y uno a la moviola. Brindis al respetable y 'El Fandi' de rodillas, en un inicio de faena vibrante. Y después, series en redondo, molinetes y... la frustración. El toro se había fracturado la mano derecha y el torero tuvo que entrar a matar. El público llegó a pedir la oreja para el ídolo local, pero la presidencia obró adecuadamente al pasar página sin más, algo que agradeció el propio diestro.

Con el quinto, un toro con algo más de motor y fuerza, 'El Fandi' buscó el triunfo a toda costa. Una larga cambiada, varias verónicas imponentes, cuatro pares de banderillas, uno de ellos en la misma puerta de chiqueros de gran exposición y faena de muleta con pasajes de toreo caro. Y cuando el toro comenzó a pararse, demostración máxima de valor y vergüenza torera. Lo que no puso el toro lo aportó el torero, con profusión de temerarios desplantes antes de despenar al burel. La estocada fue de libro, además de fulminante, y el público pidió con fuerza las dos orejas que permitían al granadino sumar su 47 Puerta Grande en 50 corridas. El récord sigue engordando.

Roca Rey, en su línea

Andrés Roca Rey fue el torero explosivo de sus mejores tardes, aunque se fuera de vacío por mor de la espada, ayer poco certera. El peruano está en estado de gracia. Lo hace todo, lo hace todo bien, se permite pasar una y mil veces la raya que marca los límites de la prudencia y, además, torea con extraordinaria clase. En tarde de supuesta traca, lo suyo tuvo por momentos caracteres de trueno gordo. Hierático en ocasiones, vertical siempre, firme, con mando y gustándose, Roca Rey mantuvo el tono en los dos toros. A uno, el tercero, lo entendió a la perfección y, lo que es más importante, lo toreó también a la perfección. Un toro con casta y un torero con fibra, valor por arrobas y, además, duende. Imposible mejor conjunción. Impactantes los pases cambiados por la espalda, sin inmutarse, y fenomenales los derechazos y naturales que fueron jalonando su labor. Tenía las dos orejas ganadas, pero marró con la espada.

Al que cerró plaza, otro deslucido y flojo ejemplar de la ganadería madrileña, el diestro limeño le hizo una de esas faenas que tienen peso por el fondo y las formas, pero en las que apenas puede disfrutar el torero y mucho menos entusiasmarse el público. Pese a todo, un trasteo lleno de matices, vibrante y con un final por manoletinas emocionante. Por el conjunto de su labor, el peruano merecía cerrar la tarde con rúbrica triunfal, pero un pinchazo previo a una estocada caída dejó el premio en ovación. Una pena.

La feria cambió ayer de forma radical la tendencia. La plaza registró más de tres cuartos de entrada y el ambiente fue el de las grandes ocasiones. Lamentablemente, lo que no ofreció cambios fue el bajo nivel de las ganaderías. El miércoles se salvaron unos cuantos toros, el jueves hubo algunos con clase, aunque fallaron las fuerzas de casi todos y los de ayer fueron de pena. Ni fuerza ni clase ni raza ni nada. Las chispas que iban a saltar las apagaron los toros de Victoriano del Río.

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