Borrar
"En el Cineclub tenemos el mejor público: fiel, formado, partícipe y educado"

"En el Cineclub tenemos el mejor público: fiel, formado, partícipe y educado"

"Aunque nos encerremos con el ordenador, siempre vamos a tener la necesidad de compartir las emociones, de salir"

josé maría granados

Sábado, 29 de abril 2017, 13:28

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El cine es como la vida y la vida no deja de ser una película en la que el guionista la mayoría de las veces improvisa y el director ordena cortar y volver a empezar. Bueno, la "peli" de David del Pino Álvarez empieza un 4 de octubre de 1972 en el Hospital de San José y Santa Adela; vamos, en la Cruz Roja, en el barrio de Regiones, donde un año antes una Sofía Loren espectacular había armado el taco con su presencia en el cercanísimo mercado de Regiones en el rodaje de Blanco, rojo y, bajo la dirección de Alberto Lattuada, ya alejado de su neorrealismo inicial aunque manteniendo su apuesta por un cine social. Y de allí, en mantillas, al cortijo Miguel Álvarez, en la Vega de Allá, en terrenos del barrio de La Cañada cuando todavía la barriada no era unive

Confesión

  • «A estas alturas he de confesar que mi relación con la cultura se inició con el circo. Fue la primera cosa cultural que vi. De pequeño acudía solo y he ido a sus funciones siendo adolescente, universitario, de mayor. Hoy está en decadencia porque hay muchas más cosas y existe un punto de saturación en el espectador por la propia individualidad de internet pese a la globalización a la que tiende. Es un hecho que no veo como malo porque, aunque nos encerremos con el ordenador, siempre vamos a tener la necesidad de compartir las emociones, de salir para ir a los espectáculos y el circo es un gran espectáculo.

  • Entré al mundo del teatro como actor porque era una forma de realización, de expresividad y de juego. Ese juego es la imaginación que te mantiene en contacto con la niñez y eso te ofrece libertad.

  • El tiempo pasa y afortunadamente la oferta cultural se ha enriquecido. Por las personas también pasa el tiempo y al ímpetu inicial da paso la experiencia. Pasa en todos los estadios de la vida. Cambias de circunstancias, de hábitos, de rutinas y tratas, sin embargo, de aplicar tus conocimientos a tu estado de ánimo y te ilusionas con cosas que lo mismo antes no valorabas o estabas tan acostumbrado a ellas que no las disfrutabas.

  • Me gusta la normalidad personal. La de estar con los niños, llevarlos, traerlos, mirarlos y admirarlos. Miguel y María, mis hijos, no han tenido la oportunidad que yo tuve de crecer un tanto asilvestrado. Su infancia y la mía son diferentes. Ahora hay un exceso de proteccionismo que aminora su libertad. Los padres de hoy debemos ser guías de nuestros hijos, no sus guardias de seguridad y creo que lo importante de sus muchas caídas está en que sepan levantarse, que tengan fuerza para hacerlo y que experimenten esa sensación de que pueden.

rsitaria y donde asegura que al escarbar encuentra recuerdos muy potentes "de muchos olores de tierra, de animales, de libertad, de espacio..." y que se potencian más cuando pocos años después la familia abandona el cortijo casa del bisabuelo para ocupar una vivienda en Nueva Andalucía "donde descubro una característica de la ciudad como era que realmente no olía a nada".

Claro, su primer recuerdo es el cortijo, las escaleras que le parecían inmensas, el horno de leña, la cocina, ese rincón que encontró bajo una mesa y en el que se escondía para no ir a la guardería "no fui al colegio hasta los seis años. Eso que gané", el estar al aire libre en medio de cosas tan naturales como el echar una mano con las cabras, corretear entre las matas, buscar la sombra o el sol, según la estación o montar en aquél triciclo con el que recorría la enorme casa del cortijo. El recuerdo, en imágenes y olores, le vuelve en la conversación y prácticamente compartimos un plato de patatas cocidas por su yaya tras una jornada de recolección del tubérculo que cubría la tierra.

-¿Y de la ciudad que encontró a los ocho años, qué recuerda?

-Curiosamente lo que más recuerdo es el puente de hierro que cruzaba la Rambla a la altura del Celia Viñas, y el puente del río que también era algo único. No usábamos tanto el autobús ni el coche. Ah, y por supuesto que recuerdo los churros del Coimbra.

Autogol

-¿Iba al cine?

-Cerca de casa estaba El Emperador, pero la primera película que vi fue en el Imperial y debía de tener unos seis años. Me llevaron a ver una de los payasos de la tele.

-No había demasiado dónde entretenerse...

-De pequeño donde me lo pasaba bien era en el cortijo y luego, cuando nos vinimos a Nueva Andalucía las cosas cambiaron. Iba al colegio Diocesano, donde estuve hasta quinto y luego pasé al Padre Méndez. Vivíamos en la calle Santiago, en el edificio Picasso, encima del Roypa. Jugaba al fútbol era diferente a como había sido mi infancia y a como es ahora, en general, la vida en Almería.

-La pelota parece que no se le daba mal...

-Me gustaba. Jugué en la Liga Nacional de Juveniles con Los Molinos y en el Roquetas de Pepe Navarro en Tercera y en otros equipos pero llegué a la universidad a estudiar Psicología y como pensé que no me iba a dedicar a ello, pues estudié y me metí en el teatro. Vi un cartel, me apunté en la asociación La Secuela y terminé de director del Aula de Teatro de la Universidad, lo dirigí desde 1998 hasta 2003. Fue un periodo de mucho aprendizaje, de producción, de montaje, de cursos una locura.

-Vaya golazo que se coló en propia puerta. De medio centro a director teatral...

-Es cierto que antes de la Universidad mi única relación con la cultura era escuchar música y leer. En mi época de adolescente había que leerse por obligación El Quijote y a partir de ese libro, también por obligación, La Celestina. No dejaban de ser descubrimientos, pero es que en Almería tampoco había una oferta de interés. Había pocas cosas y cuando surgía algo lo podíamos disfrutar. Recuerdo, por ejemplo, la actuación de Inmaculate Fools en el Paseo Marítimo o las de Radio Futura, la Orquesta Mondragón y Mecano en el Franco Navarro.

-¿Si su primera película fue la de los payasos de la tele, su primera obra de teatro?

-No lo recuerdo, aparte de las que se hacían en el colegio. Creo que debía ser alguna de las que se programaron en las Jornadas del Siglo de Oro, pero no recuerdo su título. De la época de la Universidad, recuerdo "Mucho sueño" de Los Ulen Spiegel que dirigía Friedhelm Grub.

A la cola

-Todo muy tardío, ¿no?

-Era lo que había, lo que teníamos. Cuando salía con el equipo de Los Molinos fuera de Almería notaba las diferencias que existían con otras ciudades. Íbamos a Málaga, a Elche, a Granada, a Alicante, a Murcia nos recorríamos media España y la verdad es que aquí teníamos poquito. Ahora las cosas han cambiado, ha mejorado aunque le sigue faltando mogollón, pero ha avanzado en habitabilidad.

-¿Cómo la ve?

-Refleja el conjunto de la idiosincrasia almeriense, de una ciudad muy deprimida. Es la historia de la personalidad de la población y de la mejora de las infraestructuras no por la necesidad, sino por el turno, porque ya tocaba. La de Almería es la última estación de ferrocarril que se hace en España; hasta el último tramo de la A-7 que permite que lleguemos a Málaga o a Granada, los últimos kilómetros que se hacen de la A-92 son los de Almería Aquí hemos necesitado una claseburguesa mucho más potente de la que hemos tenido.

-¿Sólo hemos necesitado eso?

-No, por supuesto que no. Las personas que nos han representado en Andalucía, en España, no han producido la suficiente fuerza para traer a Almería las infraestructuras que se necesitaban. Hay una apatía después de tantos años de denuncias y de promesas y se culpa a la sociedad de un trabajo que tienen que hacer los representantes. Esa falta de fuerza de nuestros políticos, de unos y otros, es lo que nos condena.

-¿Pero además no será que nos movemos poco?

-Ahora hay cantidad de mesas, de foros pero es igual. Nos pesa la falta de fuerza de nuestros políticos, que no están comprometidos con Almería digan lo que digan.

-¿Ese compromiso está en otros campos más íntimos como el teatro, el cine, la música y, por supuesto, fuera de esos representantes?

-Dos años antes de que se creara La Factoría empecé con el Cineclub Universitario, después de que el vicerrector Juan José Jiménez me encargara de ponerlo en marcha en una nueva etapa tras haber pasado por allí Fermín, Juan Antonio Rodríguez y Manolo Muñoz. Fue un reto, un compromiso que sigue vivo aunque el Cineclub ya no es universitario y han cambiado muchas cosas. Pero lo esencial es que existe y que ahí estamos, en la lucha por mantener esta oferta.

El público

-¿En qué ha cambiado?

-A base de constancia y pasión hemos mantenido una interesante línea de mejora. La actividad es continuada y constante, de nueve meses. Acude gente de muchos sitios. Ha habido cambios técnicos y de relación institucional. Hemos intentado mantener la coherencia y luchamos por mantener la personalidad de la actividad, con cambios pero con personalidad.

-¿Lo que consideran más importante?

-Sin duda que el público. Realmente lo es. En el Cineclub tenemos el mejor público. Fiel, formado, partícipe, educado. Nos retroalimentamos y eso nos hace mejorar la actividad, sin duda.

-¿Y en programación, qué criterios siguen?

-Principalmente cine que no entre en competencia, películas que no se hayan estrenado en Almería y con las que podamos dar un reflejo del cine intercontinental. Cine de Asia, de Europa, de América Latina, de los países árabes. Un cine que no llega a las salas comerciales, que tiene calidad y que no necesariamente esté avalado por premios. Procuramos destinar también un espacio de la programación a directores y autores, acercarnos a algunos géneros.

-Parece que también han encontrado su espacio...

-El Teatro Apolo, por su localización, por el espacio físico, su calidad es un escenario con mucha personalidad. Institucionalmente tenemos una relación excelente con el Ayuntamiento y mantenemos con sus responsables un diálogo constante.

-¿Es Almería tierra de cine, de festivales de teatro, de muestra del Siglo de Oro?

-Hemos sufrido un problema de coordinación. Hemos pasado de no tener oferta de apenas nada a tener de casi todo; de no disponer de espacios a disfrutar de grandes escenarios y a veces no se ha tenido coherencia. Se vendió el eslogan de Tierra de Cine pero debajo estaba vacío; el festival ha ido dando tumbos, con cambios de fechas, de contenidos, de lugar, de ambiente y sin crear una red propia con autores y protagonismo almeriense porque en Almería hay mucha gente que vale y que también necesita de apoyo. Y ha pasado con muchas cosas, con el teatro del siglo de oro, con eso que llaman la Casa del Cine que es un espacio a mitad de camino, que además queda lejos y que se creó por Lennon... y hasta con el CAF, que no se ha abierto a la sociedad, que está enterrado.

-¿Cambiará todo eso?

-Hay que ser optimistas. Almería es una ciudad con mucha ebullición, con muchas cosas y que ha mejorado un montón. La ciudad necesita abrirse a la sociedad. Hay que recuperar el Puerto, La Molineta como gran parque, abrir más la ciudad, dejar de ser una isla en la toma de decisiones.

-¿Qué pide para ese escenario por el que se mueve?

-Ya no pido nada. He dejado de tener confianza en pedir y apunto más a que hay que hacer. Desde que tengo conocimiento nos han llegado los restos, los almerienses hemos estado en la cola y ya está bien. No hay que pedir, hay que hacer.

"Los padres de hoy debemos ser guías de nuestros hijos, no sus guardias de seguridad y creo que lo importante de sus muchas caídas está en que sepan levantarse"

"La de Almería es la última estación de ferrocarril que se hace en España; el último tramo de la A-7 que permite llegar a Málaga; los últimos kilómetros que se hacen de la A-92 son los de Almería"

"Jugué en la Liga Nacional de Juveniles con Los Molinos pero llegué a la universidad a estudiar Psicología y, como pensé que no me iba a dedicar a ello, me metí en el teatro"

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios