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La escena del prendimiento de Cristo, en la plaza de la Catedral.
Y que nunca nos falte la salida de Prendimiento

Y que nunca nos falte la salida de Prendimiento

La ciudad se paraliza cuando esta hermandad se mueve y así volvió a ponerse ayer de manifiesto

JOSÉ LEYVA CUESTA

Jueves, 13 de abril 2017, 02:19

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No es porque tenga debilidad por Prendimiento, no es amor de hermano, de cofrade, pero no cabe duda de que, hoy por hoy, la salida procesional de esta hermandad en la tarde del Miércoles Santo es un acontecimiento a nivel devocional y hasta social si nos ponemos. Almería se paraliza cuando Prendimiento se mueve, y que así sea por siempre.

En Almería no estamos acostumbrados a esperar y guardar sitio para ver a nuestras hermandades; Si acaso la calle Silencio la noche del Martes Santo porque tiene el aforo limitado pero ¿Esperar hora y media de pie al sol en la Plaza de la Catedral para tener un hueco privilegiado en la salida de Prendimiento? ¿Hora y media? Pues ocurre, yo lo he visto.

Ayer bajé temprano a la Catedral, lo suficiente como para comprobar que lo del plantón para pillar sitio es cierto. Y tuve también oportunidad de recrearme con el especial saborcillo a Semana Santa que despedía la plaza. Un incesante goteo de penitentes de túnica hueso con escapulario que se perdían en dirección a la calle Cervantes, costaleros con sudadera roja, blanca o azul que aparecían por cualquiera de los accesos a la plaza y se dirigían a la casa hermandad, almerienses que iban formando poco a poco el pasillo por el que tenía que salir la cofradía, los primeros músicos... Poco a poco iba tomando forma este teatro de los sueños que es la Plaza de la Catedral en tarde de Miércoles Santo, preparándose para poner en escena la obra más grande de nuestra Semana Santa.

Y, por fin, sonó el cuarto sobre las seis de la tarde en el campanario de la Catedral y se abrieron las puertas del templo. ¡Qué de cámaras! ¡Qué despliegue de medios para cubrir la salida de Prendimiento! Y, del dintel para dentro, la Diputada mayor de gobierno, el fiscal de Cruz de Guía, la Cruz de Guía y sus faroles en posición de inicio, como cuando se levanta el telón y la compañía se presenta sobre el escenario lista para comenzar su actuación. Y, de fondo, el impresionante paso del Prendimiento, el misterio que portan los leones coloraos, el paso entre los pasos.

Salió el cortejo a la calle, una muchedumbre de capirotes celestes que se recortaban sobre el mar de cabezas en que se había convertido la plaza. Las diferentes insignias del tramo entre ellos y los ciriales que preceden al paso en el que se representa el momento en que Jesucristo, traicionado por uno de los suyos, es detenido por Roma ante la incredulidad de los apóstoles.

Y ocurrió el primer milagro, el que conmueve a los amantes de la parte folclórica de las procesiones, y el paso de misterio superó una complicada salida por la puerta de la Catedral y La Pasión de Linares comenzó a tocar marchas y la cuadrilla a trabajar como leones y a despertar la admiración y los aplausos del público. Evidentemente el Cristo de los ojos verdes tiene algo que ver en todo este momento de éxtasis costalera y es que, si no fuera por Él, no habría ni leones, ni paso entre los pasos, ni Pasión de Linares ni amor sincero que orqueste todo este primer acto.

El segundo acto comenzó con la salida de los penitentes del tramo de Cautivo: Este acto es el de la devoción profunda al Hijo de Dios, el de la Fe incondicional. La puesta en escena es casi similar a la salida del paso de misterio. Es decir, penitentes, insignias, ciriales, una nube de incienso y un paso sobre el que se porta al Hijo de Dios. Pero la singularidad de este es que, sin tener ojos verdes, el Cautivo tiene en su poder el corazón de Almería y, ante él, se rinde el alcalde, que procesiona anónimamente delante del paso, y se rinde el obispo, que baja de su atalaya a pisar el suelo de la plaza como un almeriense más. Pero no piensen que aquí termina este acto, qué va. También hay que sumarle la cantidad de nazarenos que, de promesa, caminan tras el Cautivo portando cruces al hombro y el relevante número de devotos que, situados tras la banda de Santa Cruz, también acompañan al Cautivo por las calles de Almería.

Tras los dos primeros actos de la puesta en escena de Prendimiento, tiene lugar el tercero y último; La apoteosis. Si, hasta ahora, Dios ha sido el centro de atención, el motivo de nuestros delirios, llega ahora el momento de darle el protagonismo que se merece a su bendita Madre. Y no hay mejor manera de convertir a la Virgen en protagonista que llamándola Merced y sacándola a la calle en un paso de palio que es el palio entre los palios.

Este momento es para Ella y, a la vez, para cada uno. Dios nos conmueve y nos conmociona hasta hacernos reflexionar sobre el sentido de la vida pero la virgen... A la virgen se la quiere y se la trata como a una Madre. Su figura es mucho más cercana y las emociones que provoca son mucho más intensas. Con Ella se ríe a la vez que se llora y se le reza a la vez que se le piropea. Con la Merced el público tiene la oportunidad de encontrarse con la Virgen y de arroparla y darle todo el cariño del mundo para consolarla en su pena como se arropa y se consuela a una madre; Con vocabulario cercano, con confianza, con complicidad.

Les decía al principio que la salida de Prendimiento es un acontecimiento devocional y social y vuelvo a incidir en ello porque a las pruebas me remito. El despliegue de medios, la cantidad de público y la relevancia de los actores religiosos, civiles y militares pone de manifiesto su trascendencia. Y luego están los ojos hinchados, las lágrimas descontroladas y las sonrisas enamoradas que revelan la devoción más profunda y que se encuentran salpicadas casi en la totalidad de los espectadores que disfrutan de este singular y relevante momento que se repite año tras año en la plaza de la Catedral.

Y, a nivel personal, ¿qué quieren que les diga? Soy un privilegiado y tengo la suerte de disfrutar de la salida de Prendimiento en plenitud. Conozco al elenco de actores, me emociono con sus emociones porque son las mismas que las mías y les envidio porque ellos forman parte de algo que yo, desde hace muchos años, solo observo y describo. Menos mal que, para quitarme el mono de túnica y antifaz, mi Madre de la Merced me deja que me embelese con Ella y que, como un niño, me pegue a su manto y la coja de la mano para rezarle y decirle guapa tantas veces como quiera. Me mima y me inspira a contarles que no hay nada más hermoso que dejarse mimar por Ella. ¡Y que nunca me falte este momento!

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