Borrar
Desde las 13.40 horas se celebró ayer una convivencia entre mujeres que se consolida como una de las citas más esperadas de la Feria.
Y con él llegó el escándalo

Y con él llegó el escándalo

El IV Encuentro de Mujeres en Feria se disfrutó ayer gracias a unas alumnas de los centros de la mujer que se lo pasaron en grande con un alcalde entregado

Sergio González Hueso

Lunes, 22 de agosto 2016, 00:43

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Media docena de taxis derrapa frente a la portada del recinto ferial de La Goleta. Comienzan entonces a bajar señoras y señoritas con trajes de gitana y floripondios coloridos bien sujetos a la oreja. Impasibles ante el viento huracanado que sopla a base de bien en un primer domingo de fiesta muy ambientado para ser el recinto y no la playa.

Eolo parece mosqueado ante el nutrido grupo de almerienses que se agolpa frente a una Caseta Municipal renovada, con elementos decorativos muy originales: que si una fuente con chorros por aquí, que si fotografías de cine por allá... Pese a que la convocatoria del área de Cultura y Tradiciones se había fijado para las 14 horas, el gentío haciendo cola 120 minutos antes hizo al alcalde, acalorado desde su investidura, mandar abrir los portones de la caseta pasadas las 13, no fuera a ser que entre la canícula y el entusiasmo alguien acabara mal parado. No fue así y entró todo el mundo sin problemas salvo un señor, al que evidentemente le cuestionaron el género. Varón que era, su perfil no se ajustaba mucho al tradicional encuentro de mujeres de la Feria, un evento que ideó Comendador y que pese a las novedades introducidas este año, nadie se ha osado a moverlo un ápice.

Y menos mal por suerte del señor ya referido, que estuvo un buen rato en la puerta dando excusas por no ser mujer y sí hombre. -«Soy concejal», le dijo con la cara de acero a una de las jóvenes azafatas que custodiaban una de las puertas de la caseta. ¿Quién en los tiempos que corren es capaz de asumir tal mancilla sólo por un plato de arroz y unos cuantos entremeses?, se preguntaría la chica antes de dejar pasar al individuo, que acabó el envite bien a gusto.

Entre el vuelo de abanicos, las fotografías de móvil malo y la enésima ronda de cervezas del caballero, pasó a saludar el joven alcalde. Eran las dos de la tarde, y claro, se armó la marimorena. Ramón Fernández-Pacheco tiene cara de buen muchacho y eso es aval más que suficiente para que en este tipo de convivencias no te dejen dar dos pasos sin que te toquen el trasero, te quieran presentar a la nieta o sin que te echen en cara que, «con lo guapo que eres, no hayas venido a dar el pregón de mi barrio». Como pudo, el regidor se subió al estrado para dedicar unas palabras al respetable, que acababa de dar buena cuenta de una tortilla y se disponía a aniquilar un plato de arroz Infinity. O lo que es lo mismo, colmado como esas piscinas asiáticas cuyo agua se funde en el horizonte con el cielo azul.

Pacheco se hizo acompañar en las alturas por la edil de Asuntos Sociales, Pilar Ortega, que terminó la jornada de palique con la Policía. Peor lo hubiera tenido con los periodistas, que montaron un número en la barra con los camareros. «Que si jamón no, pero tortilla sí; que si llena la jarra ya...» y lírica gremial por el estilo, pura y dura cultura del esfuerzo que finalizó como suelen hacerlo estas cosas: con la reputación por los suelos.

Mientras los informadores hacían de las suyas, el primer edil tras su 'speech' le echó valor para saludar mesa por mesa. A esas alturas le había salido un primo nuevo, que era el señor otrora concejal al que se le había caído el embuste y no dudó en cambiar de nuevo su identidad para no perder sus privilegios ante el flan que venía. Pacheco, también Ortega, Labella (Cultura) o Sánchez (Fomento) se dejaron tocar como si no fueran de este mundo. La revolución de octubre parecía aquello, pero sin soviets y con más calor que en un gallinero extremeño en pleno julio.

Hasta dos horas estuvo el alcalde dando besos y posando para selfies, abanico y botella de agua en ristre, como un bendito. Sin importarle que sus concejales le cambiaran al poco rato por la barra, que no es un ejercicio de gimnasia, precisamente. En paralelo, Miguel Cazorla, el portavoz de Ciudadanos, hacía también su ronda junto a Rafa Burgos, el único munícipe melenudo de la Corporación.

Así, como en una contrarreloj por equipos, ambos grupos fueron recorriendo el centenar de mesas dejándose agasajar por las usuarias de los centros de la mujer. Pese a que estuvo disputada, el primer edil se impuso en la contienda al bailar por un Bob Marley retorcido en su tumba. No llegó a tanto el de C's, tampoco el resto de políticos de uno y otro signo -también hubo representación socialista, no así de IU-, que se marcharon una vez se quitaron de encima el calor y el apetito.

Ellas decidieron quedarse a seguir con el espectáculo, que rompió en un baile furibundo. La mayoría disfrutó, pero algunas no dudaron tras el flan y los últimos flashes en tomar las de Villadiego. Pese al momento Pacheco, se les hacía extraño el baile sin más hombre que el primo nuevo del alcalde. «Niño, todo esto está muy bonito y hemos comido muy bien, pero nos vamos para el centro a ver si allí cae aunque sólo sea un roce», bromeaba una señora caminito de los ambigús.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios