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Desde la azotea de un edificio de la Colonia Belén se ven las pardas lomas de la sierra de Gádor.
Una estación de observación cualquiera

Una estación de observación cualquiera

Desde las alturas se otea mejor la cotidianeidad de un barrio como Los Ángeles, lleno de vida y ávido de mejoras como la de un mayor mantenimiento en su mercado de abastos o en el mercadillo del viernes

Sergio González Hueso

Domingo, 27 de diciembre 2015, 00:20

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Luis Enrique ha sido un entrenador que se ha hecho así mismo. Antes de probar las mieles de éxito tuvo que bregar en campos más humildes y con equipos ciertamente mejorables. Uno de ellos fue el Celta de Vigo. Allí, con sus gafas polarizadas y pelo ralo, sorprendió por sus métodos. Uno de los más originales radicaba en una particular forma de analizar los movimientos tácticos: oteándolos desde las alturas.

Recién llegado a A Madroa, la Ciudad Deportiva de los gallegos, solía subirse a las laderas de un monte cercano para verlo todo en perspectiva. Tras los primeros resultados negativos se decidió a acercarse algo más al campo e instaló en las bandas unos andamios desde los que daba órdenes a sus jugadores. Allí encaramado, fino como el alambre de correr maratones y casi siempre bajo la fina lluvia, Luis Enrique se había convertido en alguien extravagante a ojos de todo el mundo. La directiva se dio cuenta de ello, de las derrotas y que en poco tiempo su apuesta sería cuestionada. Comenzaron así a darle al asunto una pátina de literatura que envolvió al entrenador en un aura de misticismo en el que todo parecía tener sentido. A Luis Enrique había que dejarlo hacer: tenía un plan. En este proceso de huida hacia adelante hasta al andamio se le cambió el nombre: ya no era tal sino una EOT, una Estación de Observación Técnica. Como el que no quiere la cosa el de Gijón fue haciendo del Celta el equipo revelación, lo que provocó que diese el salto al Barça. Allí está hoy, en los campos de La Masia, con sus gafas, pelo ralo y, por supuesto, subido a una EOT.

Los mercados de Los Ángeles

Desde una Estación de Observación Técnica más meridional que la del entrenador asturiano, el dinamismo de una mañana cualquiera del barrio de Los Ángeles luce efervescente. La azotea de uno de los altos edificios con panorámica a la calle que sirve de continuación de la Rambla le confiere a la ciudad una perspectiva diferente. Es así cuando se dirige la mirada hacia la gran arteria que cruza Almería de norte a sur, con sus altas palmeras, colmenas humanas o las lomas pardas de la sierra de Gádor recortando el horizonte.

Pero también ocurre lo mismo cuando la visión es hacia abajo, hacia los movimientos cotidianos de un barrio en completa ebullición matinal. Todo un cuadro costumbrista multicolor de total contraste con el triste tejado de color gris que hace de paraguas a las instalaciones de la sede de la asociación de vecinos, la biblioteca o la misma plaza de abastos del barrio.

En los últimos tiempos esta cubierta de chapa, en primer término desde las EOT de las calles Campohermoso, Campoverde o Guadalquivir, ha realizado su función sólo a medias. Ni siquiera destaca ya por su falta de variedad cromática. La falta de limpieza ha hecho crecer en el tejado de este edificio multiusos hasta ¡una chumbera!, que será de las pocas que queden sanas en toda la provincia. Tanto la pala como la mala yerba así como también la suciedad se han hecho fuertes sobre este edificio, lo que tiene completamente atorados los canalones por los que tiene que marcharse el agua cuando llueve.

El deterioro es tal que en los últimos temporales los dueños de algunos puestos de pescado o fruta han tenido que cubrir el género por las potentes goteras. Parecidas son también las que han obligado a los miembros de la junta directiva de La Palmera a achicar aguas como descosidos. Peor ha acabado en ocasiones la pequeña estancia que sirve como biblioteca. Libros, disfraces o colchonetas de gimnasia han sido parte del censo de víctimas de una criatura cuyo padre es la falta de mantenimiento, según critica Eusebio Villanueva, que aunque es el presidente de La Palmera, no descarta cambiarle el nombre a la asociación por el de 'La Chumbera'. Motivos ya no le faltan.

Aunque la situación es hasta cómica, al representante vecinal no le hace mucha gracia. Sobre todo porque calcula que la última que desatascaron la bajante fue hace dos años. Uno de los problemas radica en que no hay forma desde el interior del edificio de acceder al tejado. En estos años cada vez que se ha querido revisar la cubierta se ha tenido que usar un andamio, lo que ha convertido en complejo un proceso que no debería serlo tanto. Desde el consistorio defienden que es mejor así, pues se evitan gastos y que al lugar puedan colarse vecinos sin control alguno.

Villanueva opina precisamente lo contrario: cree que otro gallo cantaría si las administraciones dieran más autonomía a los ciudadanos. «Ya habríamos subido nosotros a arreglarlo», subraya. También lo ve así uno de los vendedores del mercado. Él fue uno de los que más se vieron afectados por las últimas lluvias. A su puesto le cayó casi todo, le vacilan los colegas y clientes. No se queja demasiado y espera que la gente se anime más estas Navidades. Parece ser que la cosa anda floja a pesar de que el de Los Ángeles es uno de los pocos mercados de barrio que sobrevive en Almería a una lógica capitalista que se está llevando por delante el comercio de proximidad.

El otro mercado

Esta razón y alguna otra son las que empujan a La Palmera a solicitarle al Ayuntamiento otro pequeño traslado del mercadillo que se ubica los viernes en las calles que rodean el Cortijo de los Góngora, en Rambla Belén, en los nuevos desarrollos de la zona de Arcos. Para crear una atmósfera propicia, los vecinos creen que los puestos del rastro deberían acercarse un tanto al corazón del barrio, sobre todo en lo que respecta a los que están en la avenida de La Cruz, por ser esta la calle más apartada. Son de la opinión de que si se hiciera se generaría un caldo de cultivo perfecto para hacer de Los Ángeles un polo de atracción de índole comercial dotando a todo el entorno de dinamismo. No obstante, sobre una de las pastillas de suelo resultante de esta nueva zona esta proyectada la implantación de un supermercado, que vendría a sumar y diversificar la oferta ya existente.

Pero según este vecino, existe otro problema con que el mercado ocupe esta vía: es la única que cruza el barrio de manera transversal. Esto convierte a la calle en fundamental para el tránsito y la permeabilización. «Los Ángeles, por su fisionomía, tiene unos problemas tremendos de conectividad. Esta calle es la entrada principal del barrio, y se hace imprescindible para llegar al centro de salud o salir a la rotonda desde la que se va a Torrecárdenas. Es por esta cuestión por la que no se puede cortar al tráfico aunque sólo sea un día», explica Villanueva, que propone trasladar los puestos que se ubican normalmente en esta avenida a su calle perpendicular y a Vecina Concha Ruiz, vía en la que ya hay instalados otros. Todo esto con el objetivo de no dejar «incomunicado» al barrio, explica el presidente de la asociación, que advierte de que podrían haber problemas si sucede una emergencia un día en el que toca mercado.

Estas y otras cuestiones son las que resuenan hoy entre estas calles, en las que se vive sin sobresaltos. Un mayor mantenimiento del edificio del mercado o la sede, que por cierto se está quedando pequeña; un traslado del mercadillo de los viernes por cuestiones de control y seguridad; continuar con el arreglo de calles emprendido en la anterior Corporación; integrar de una vez La Molineta a la ciudad... Hitos pendientes por los que lucharán unos vecinos que han transformado su barrio por su altura de miras.

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