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El voluntario almeriense de Manos Unidas, durante su viaje en 2009 a Burundi, un país al borde de nuevo de la guerra.
«Están colonizando África por el coltán»

«Están colonizando África por el coltán»

Tras cuarenta años de vida laboral como responsable de recursos humanos de una conocida empresa eléctrica establecida en Carboneras, el almeriense puso a disposición de la oenegé española sus conocimientos en gestión de equipos

JAVIER GARCÍA MARTÍN

Domingo, 30 de agosto 2015, 01:32

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Atención. Esta información contiene altos índices de coltán. Para realizarla, ha sido necesario el uso de infinitos teléfonos inteligentes y sucesivos equipos informáticos que la han ido trasladando desde la mesa de redacción hasta su distribución final. Y eso sin contar el número de dispositivos de quienes, de forma indirecta, han contribuido en el funcionamiento de los programas informáticos necesarios para, por ejemplo, convertirla en un papel en un kiosco o el de aquellos que primero hablaron sobre este mineral, todo un diamante de sangre que pende de las manos del mundo desarrollado y una rareza vital para la construcción de la tecnología de nuestros días. De contarlo todo, la cifra sería entonces exponencial. La advertencia inicial no se trata, por tanto, de ninguna bagatela.

Más aun, las consecuencias que derivan de su producción son tan espectaculares que media década después de su viaje a Burundi, el almeriense Miguel Pérez, responsable en las tareas de difusión y sensibilización de la oficina provincial de Manos Unidas, aún lo rememora con el tono grave. En 2009, este voluntario viajó al corazón de las tinieblas y se topó con la podredumbre de las minas del rey Salomón. En aquel entonces, la pequeña y densamente poblada república -en ella viven diez millones de personas que, con una esperanza de vida de 59 años, se colocan a la cola del mundo nada más nacer- acababa de ver cómo el último grupo rebelde de la larga lista de contendientes en el conflicto étnico entre hutus y tutsis firmaba el armisticio.

Masacre de muchachos

Allí habían muerto unos 300.000 ciudadanos y el país veía cómo llegaban algunos proyectos de cooperación internacional. Uno de ellos, 'marca Almería': transformar en Songa, una pequeña localidad, el refugio de guerrilleros primero y contraguerrilleros después en una escuela. «Levantamos siete aulas, antes tenían que dar clase a la intemperie, con grupos de cien alumnos», señala Pérez a IDEAL. «Estos menores -advierte- antes de ir al colegio y comenzar su jornada recorrían 28 kilómetros para conseguir agua». Tras cuarenta años de vida laboral como responsable de recursos humanos de una conocida empresa eléctrica establecida en Carboneras, el almeriense puso a disposición de la oenegé española sus conocimientos en gestión de equipos.

«Invertir en el interés social es un valor seguro», detalla hoy, tras una década de colaboración con Manos Unidas y Cáritas, de la que es, además, secretario general en la provincia. Precisamente, el viaje a África, marcó su compromiso. «Pusimos en marcha un centro lúdico para musulmanes, ortodoxos y católicos para que la religión sirva para resolver conflictos», relata con emoción. «Allí murieron doscientos muchachos».

La paz, hoy, sigue siendo muy débil. Gracias a su contacto con las personas allí desplegadas, Pérez sabe que la conquista de las estratégicas reservas de coltán vuelve a disparar las tensiones étnicas. Todo el mundo pretende con más o menos agresividad esta combinación de metales altamente conductora de la electricidad y resistente al calor. La corrupción política por parte de las multinacionales está a la orden del día en un país en el que la administración, según relata el responsable de Manos Unidas, está duplicada por cuestiones raciales. «Con temas como el coltán, África está viviendo una nueva colonización», abunda.

Estómagos vacíos

La explotación de estos yacimientos, pero también de las fértiles tierras de Burundi a manos de compañías chinas con personal asiático, entre otras, comprometen la seguridad en la zona. «Los estómagos vacíos de los burundeses están compitiendo con los tanques de los todoterrenos», proclama. «No podemos olvidar que, cuando Europa tose, consume, o adopta un estilo de vida rico, siempre repercute sobre el Tercer Mundo», agrega el voluntario.

El trabajo de Manos Unidas desde Almería, por ejemplo, redunda en este sentido. «Siempre comparte las premisas de subvencionar desarrollo, servir de palanca de cambio, respetar el medio ambiente o los derechos de mujeres y niños», relata el responsable. El pasado año, la organización gestionó 608 proyectos en 57 países por un valor de 40 millones de euros. «La nuestra es una lucha contra las causas estructurales que generan la pobreza: la injusticia, el mal reparto de bienes y oportunidades o, por qué no, los prejuicios del Norte sobre los inmigrantes».

La impronta africana sigue marcada a fuego. «Es un continente que enamora. Su gente no tiene nada, pero es generosa: a nosotros nos ofrecieron celebraciones litúrgicas de hasta cuatro horas y desde entonces, ya nos conocían como 'los amigos de' y nos sentían parte de su familia», explica el almeriense. Burundi es, con todo, uno de los cinco países más pobres del mundo. Y, sin embargo, Pérez regresó repleto de riqueza. Esa que, según dicen, importa mucho más que un móvil.

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