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«Nunca había visto tanto miedo en la cara de un niño»

«Nunca había visto tanto miedo en la cara de un niño»

En 2013 Paul Hansen acababa de recibir el premio al que aspira todo periodista gráfico, el World Press Photo, gracias al retrato de Suhaib y Muhammad Hijazi, dos hermanos amortajados recorriendo las calles de Gaza en brazos de sus tíos de camino a su funeral

Javier García Martín

Domingo, 14 de junio 2015, 02:29

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En febrero de 2013, a Paul Hansen le juzgó medio planeta. El sueco acababa de recibir el premio al que aspira todo periodista gráfico, el World Press Photo, gracias al retrato de Suhaib y Muhammad Hijazi, dos hermanos de dos y cuatro años de edad amortajados recorriendo las calles de Gaza en brazos de sus tíos de camino a su funeral. Los críticos denunciaron a Hansen por el extremo realismo, casi pictórico, de su obra, como de puesta en escena macabra, dramáticamente barroca. Occidente no podía soportar que una imagen así fuera real al cien por cien, ni que, en las inmediaciones de sus murallas, las bombas cayeran con esa asoladora puntería. Para acabar con la polémica, la organización dio a conocer el resultado de una investigación independiente que concluyó que Hansen no había manipulado, que en Gaza los niños mueren y que su entierro es un espectáculo tan perturbador que desafía la mirada del mundo desarrollado.

En 2014, las bombas volvieron a llover sobre la Franja. La aviación israelí, en virtud de la operación 'Margen protector' contra Hamás, asoló parte del reticular callejero gazatí. Hoy, las secuelas entre la población de menos edad continúan tras años de fuego cruzado. Así lo ha comprobado Antonio Huete, joven neurocirujano del Complejo Hospitalario Torrecárdenas y uno de los seis almerienses que acaban de llegar de Palestina tras colaborar en un maratoniano proyecto de operaciones quirúrgicas en Cisjordania apoyado por el Fondo de Cooperación al Desarrollo y Ayuda Humanitaria del Servicio Andaluz de Salud (SAS).

«He visto a niños en lugares del mundo más pobres y deprimidos, pero nunca como allí», asegura a IDEAL. «Los palestinos lloran constantemente, no se calman en los brazos del padre o el abuelo y su cara delata miedo», añade.

«Condiciones brutales»

En solo 13 días, su equipo -formado por la anestesista Rosario Blanque, el cirujano infantil Salvador Fernández y las enfermeras María Casinello, Sonia Navarro e Inma Loro- ha operado a unos 25 pequeños afectados por traumas craneales, hidrocefalias o espinas bífidas, unas intervenciones que pueden durar hasta cuatro horas. «Ha sido durísimo», confiesa. «Inicialmente íbamos a trabajar en el hospital de Gaza, pero debido al bombardeo y al bloqueo hay cortes de luz muy frecuentes», señala. «Había que operarles, pero fuera de la Franja, en Nablus y Hebrón; las condiciones son brutales allí», insiste.

El proyecto, en coordinación con la oenegé local Palestine Children's Relief Fund, ha dado una segunda oportunidad a unos niños que, cuando nacen, lo hacen con una esperanza de vida siete años más baja que al otro lado de la Franja y de madres que, en caso de ser primerizas, no han cumplido ni dos décadas.

Heridas de guerra

«Hemos operado patologías que, cuando se atienden a tiempo, permiten un desarrollo prácticamente normal de los menores, como ocurre aquí, en el Primer Mundo», explica Huete. Para una hidrocefalia, por ejemplo, basta con poner una válvula. Así, el niño puede ir a la escuela, aprender y llegar incluso a la universidad. «Su perspectiva cambia trascendentalmente», añade el doctor. El proyecto, además, ha servido para completar la formación de los médicos palestinos. «De no atenderles, este tipo de niños son propensos a tener cada vez menos cuidados y terminar arrinconados, totalmente dependientes», comenta.

Sin embargo, el bombardeo de 2014 les ha puesto frente a otros cuadros médicos, no necesariamente congénitos. «Nos hemos encontrado muchas heridas de guerra, fracturas y patologías de un país en vías de desarrollo», explica. «Es impresionante el grado de demolición de las ciudades y las casas o las infraestructuras», agrega.

La falta de acceso a alimento, agua o luz han convertido Gaza en una de las riberas más sensibles del Mediterráneo. «Los padres venían a buscarnos desde otros lugares para que operásemos a sus hijos», rememora emocionado. Ahora, Nepal es su próximo objetivo, para el que su equipo tiene un «compromiso», anuncia este médico con experiencia en Etiopía y Togo.

De aquella foto de Hansen, lo que más golpeaba la retina era la procesión de gazatíes plañideros, un tumulto de hombres llevando en volandas los dos cadáveres infantiles. Las imborrables consecuencias de ver morir a un ser querido (un amigo, un hermano o una abuela) acechan hoy a toda una generación. Por primera vez, Huete se ha encontrado a niños con estrés postraumático. «Nunca había visto tanto miedo en la cara de un niño», agrega.

«No hace falta ser sanitario para advertirlo: se tocan las heridas de la cabeza, no se consuelan nunca, tienen siempre la cara desencajada», explica. El trabajo psicológico para borrar el estigma (o enseñarles a vivir con él), reconoce, sólo acaba de empezar.

De momento, los médicos, que han recibido la actuación complementaria de una delegación granadina experta en cirugía pediátrica maxilofacial, han vuelto con una veintena de sonrisas en la maleta, un número que se eleva al cuadrado cuando se cuenta a los familiares. «Ahora están más tranquilos», explica. Ahora, añade, al menos ven que el cerebro no se les sale por la piel, que era lo que les ocurría a muchos. «Están felices», concluye. «Hemos conseguido que recuperen la sonrisa».

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