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Los viernes por la tarde en la sede de la asociación de vecinos ‘Humilladero’ toca Corte y Confección, momento en el que muchas vecinas repasan los temas candentes del barrio Cruz de Caravaca.
Sin dinero para farolillos

Sin dinero para farolillos

La actualidad del barrio Cruz de Caravaca pasa por la organización de sus fiestas y por la lacra del incivismo

Sergio González Hueso

Domingo, 29 de marzo 2015, 01:32

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La actualidad del barrio almeriense de Cruz de Caravaca pasa por sus fiestas. Esas que celebran con fervor a principios del mes de mayo y que supone todo un derroche de imaginación y sentimiento plasmado a las mil maravillas en el proceso de ornamentación de cruces que después se exponen para que cada vecino pueda contemplarlas, fotografiarlas y, en definitiva, añadirlas a su álbum de recuerdos ligados a su barrio, uno de los que atesora más historia de Almería.

La misma que evoca esa gran Cruz de Caravaca que da la bienvenida a todo aquel que tras remontar la calle Granada, gire a la izquierda y tome dirección a esta zona de la capital cuya mítica asociación de vecinos -denominada 'Humilladero' haciendo referencia al momento en el que el Rey Zagal tuvo que entregar Almería a los cristianos tras una dura derrota allá por el 1498- está este año preocupada por haberse quedado sin subvención para realizar dicha festividad.

De acuerdo en que lo de El Zagal fue peor, pues hasta se tuvo que declarar vasallo de los Reyes Católicos, pero este asunto ahora mismo, en pleno 2015, trae de cabeza a Josefa Fernández -Pepita- y a Francisca Puerta -Paquita-, cortadoras del bacalao en la asociación de vecinos, que este año desconoce cómo se las va a ingeniar para celebrar unas fiestas que, a decir verdad, cuestan un dineral, entre unas cosas y otras.

«Se nos pasó el plazo para solicitar la subvención municipal y ahora nos vemos bastante apuradas para despejar la incertidumbre que supone no contar con dinero suficiente», expone Pepita, como le llaman en la sede, ubicada frente a la plaza 1º de Mayo, centro neurálgico del barrio y lugar que sirve de escenario para esta celebración. Su mantenimiento y el destrozo al que le tienen sometido los vándalos ocupará luego unas líneas.

El asunto es que el Consistorio ha avisado este año vía email a las asociaciones para que soliciten dicha ayuda, como suele hacer siempre. «Lo que pasa es que nosotros no tenemos email y cuando fuimos al Ayuntamiento para preguntar otra vez cuándo había que echar los papeles, ya se había pasado el plazo», cuanto Pepi, que es mujer de carácter y no puede disimular su enfado.

No entiende cómo para otras cosas sí avisan con más tiempo o por otros canales que no sea exclusivamente el correo electrónico y no lo hagan para algo tan importante como la partida presupuestaria que utilizan las asociaciones para las fiestas o para actividades. «Siempre vamos a preguntar para que no se nos pase, pero este año nos adelantamos y cuando volvimos a ir ya se había cerrado la convocatoria», insiste esta vecina, que ya le está dando vueltas para ver cómo pueden salir del paso ante tal eventualidad. «Tendremos que restringir las fiestas», arguye.

Por el momento en la parte baja de la sede de la asociación vecinal ya se hacen cábalas y cuentas para que no se note mucho en el barrio que las cruces -este año del 1 al 3 de mayo- contarán con 800 euros menos, que es lo que se ha perdido por el camino debido al problema de los plazos y tal. La solución pasa por ser austeros y pedir ayuda. ¿Les suena? Primero lo harán con el Consistorio, que ya se ha comprometido a arrimar el hombro poniendo alguna que otra actuación. Y después a los vecinos del barrio, que ya están acostumbrados a que por estas fechas, «bueno un poco más adelante que estamos a final de mes» -bromea Pepita-, desde la asociación les conminen amablemente a participar con un humilde donativo.

«Está todo muy caro. Los fuegos más baratos cuestan 480 euros; las luces de 'felices fiestas' 300; la sangría popular o la espuma otro tanto. No digamos lo del bar, que nos hinchamos a trabajar y tampoco sacamos un euro, porque hijo, lo ponemos todo de calidad, como si fuera para nuestras familias», relata la presidenta de la asociación, que destaca de su barrio precisamente esa familiaridad con la que se tratan sus vecinos. Aunque claro está, como en todos sitios, no todo el monte es orégano.

La plaza y los vándalos

«Si no arreglan la plaza antes de las fiestas me cuelgan». Tanto Pepita como Paquita saben cuál es el principal problema del barrio, y no es que sea precisamente nuevo. No hay más que sentarse unos minutos con todas las señoras que hacen Corte y Confección los viernes por la tarde para hacerse una idea de lo que deben molestar los gamberros que pululan por este barrio de la capital. Según estas vecinas los vándalos tienen todo hecho «bicarbonato». Su principal obra es la plaza 1º de Mayo, que cada año se tiene que arreglar con motivo de las fiestas por su culpa. Pintadas, barandillas rotas, zócalos arrancados, puertas que han sido cambiadas varias veces, así como también el techado de cañizo sintético que debería dar sombra, pero que entre la injerencia de estos y la del viento está colgando y dando lástima.

Esta es una de las reivindicaciones que se lanza desde el seno de la asociación al equipo de Gobierno de Comendador. Y dan fechas: antes de la celebración de las fiestas, pues aunque ya se sabe que serán austeras, por lo menos deben lucir en un barrio limpio y mantenido pese a los actos incívicos. Sus protagonistas rondan desde edades tempranas, cuya armamento más molesto es dar pelotazos sin miramientos allá donde pillen, a los adolescentes que, según estas vecinas, en ocasiones han llegado a protagonizar actos de pseudo delincuencia inducidos por un cóctel que conjuga la mala educación con el consumo incipiente de drogas.

Los miembros de la asociación son fiel testigo de la actitud de estos jóvenes, pues la sede se ubica precisamente en un lateral de dicha plaza, «que tiene que estar en condiciones antes de las fiestas», vuelve a insistir la presidenta, quien ha tenido algún que otro encontronazo con estos chiquillos, bastante insolentes en su mayoría, según dice.

«Una vez rompieron una ventana de la asociación, otra hasta entraron para llevarse un paquete de tabaco. También nos han llovido naranjas, se suben al 'terrao' y, en ocasiones cuando vamos solas se meten con nosotras», enumera Paquita, quien no se corta si tiene que pegar un telefonazo a la Policía, pese a que sabe que poco puede hacer porque son menores de edad. Esta circunstancia a decir verdad, hace cundir en el barrio cierta impotencia mal disimulada. La cuestión opera en contra de la acción de estos vecinos, que se quejan de que en ocasiones no saben si solicitar o no arreglos de algún tipo, pues suelen caer presa de esta mesnada de incívicos. Un ejemplo son los bancos para sentarse. «Unos vecinos nos solicitan que pidamos más para que se siente la gente mayor y otros que los quitemos porque los gamberros los rompen o molestan», cuenta Pepita, que lo que sí ha solicitado es que arreglen los alcorques de algunas calles o que mejoren tanto Maestría como Sauce.

Esta última sirve de aparcamiento caótico y cuyo firme y mobiliario deja mucho que desear. Las jardineras llevan destrozadas mucho tiempo sin que nadie haya ido a repararlas o, al menos, retirarlas. «Nos han dicho que arreglarán esta calle, pues está previsto, así como harán con Maestría», concluye Pepi, que espera al igual que lo de la plaza, que así sea. Y pronto.

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