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Vecinos de esta zona señalan las defecaciones caninas, que se encuentran por todas partes.
Un 'campo de minas' en Retamar Centro

Un 'campo de minas' en Retamar Centro

Los vecinos están «hartos» de que el parque frente a sus casas luzca con miles de excrementos caninos

Sergio González Hueso

Domingo, 19 de octubre 2014, 00:46

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Hacer un reportaje en el parque ubicado en la confluencia entre las calles Camino de la Luna y Camino de la Zarza es una 'caca' (que mierda suena muy mal) ... tras otra. Y así hasta miles, miles, miles, miles, como diría aquel gitano del Puche que se hizo famoso en Callejeros. Es un campo minado peligroso y antihigiénico que trae de cabeza a las 200 familias que viven en Retamar Centro. Se quejan de que este parque con grava que les construyó el Ayuntamiento hace unos cinco años se ha convertido en una zona en la que no apetece, ni de cerca, pasear a los niños, jugar a la petanca -el club está pegado-, o, simplemente, tomar el fresco un rato. Al revés, esto un incordio y actualmente les obliga tener sus dedos ocupados tapándose la nariz.

De lo que adolece el parque es de limpieza y seguridad. «De lo básico», vienen a decir. Y tras un vistazo, no exageran ni un poquito. El lugar se ha convertido en una suerte de lavabo público de perros. Es asombroso el número de defecaciones concentradas en un mismo lugar. Ni una perrera abandonada. El problema es, por supuesto, el incivismo de los dueños de los perros, «que vienen hasta incluso con el coche de otras zonas del barrio para pasear a su mascota», cuenta José María, uno de los vecinos con casa frente al parque.

Recuerda como hace dos años él mismo empujó a los vecinos a ponerse de acuerdo y elaborar carteles donde se instaba a estos a recoger los excrementos de sus canes. «¡Como si esto hubiera que explicarlo!», exclama. Aún así lo hicieron, pero pronto los dueños de estos animales -suponen- fueron quitando uno a uno estos carteles.

En todo este tiempo tampoco les ha servido de mucho llamarles la atención, puesto que las respuestas, por irracionales, les dejaban sin argumentos. «'Que si dónde la dejaban', 'que no hay contenedores', 'que si para eso están los parques, y cosas por el estilo», cuenta un vecino, que como tantos otros se ha cansado de «hacer un trabajo que pertenece al Ayuntamiento».

Es por eso que estos vecinos en su escalada de búsqueda de soluciones llegaron, hace también un par de años, a presentar una serie de escritos en el registro consistorial poniendo el acento en la parte de responsabilidad municipal que hay en el asunto. Según aseguran todas y cada una de las personas que viven en la zona, el Consistorio tiene a esta parte del barrio abandonada a su suerte. Sobre todo en lo que respecta a la limpieza y la recogida de basura, opinan.

A los de Comendador le afean varias cuestiones. Por un lado, la falta de consideración que tienen por no haber respondido ni una sola vez a los escritos que han presentado denunciando el problema de los excrementos de perro, que si bien ya no es baladí en esta época del año, imaginen el hedor y las moscas que tiene que haber en verano. «Huele fatal y atrae a un sinfín de insectos que hacen que ni los niños puedan disfrutar del parque por miedo a que pillen una infección, ni los mayores puedan jugar a la petanca, cuyas pistas están ahí justo, por el olor que hay», señala con un dedo Gemma Guerra, otra vecina que también asegura estar indignada.

Tanto ella como los demás no terminan de creer la degradación tan grande que ha vivido el parque desde su construcción. Por lo que la falta de limpieza se convierte en el otro gran tirón de orejas al equipo de Gobierno municipal.

Al igual que el número de cacas de perro que hay en la zona, también es incontable el número de interjecciones que usan los vecinos para responder a la pregunta de cuándo fue la última vez que alguien limpió el parque de cabo a rabo. Como para elaborar un diccionario propio. Según su relato, el jardinero se dedica a las plantas -como es normal- y el barrendero a barrer -tampoco sorprende-, por lo que la limpieza de los excrementos caninos no parece tener dueño. A la vista está, el parque está plagado. Y eso a pesar de estar ubicado junto a un descampado más alejado de las viviendas y que bien podría servir mejor a tan escatológica causa, ya que está sin vallar y, como no, también lleno de suciedad, escombros y matojos.

«Mis hijos solo pudieron disfrutar del parque el primer año, cuando estaba recién construido, luego ya imposible, porque aquí ha habido hasta pulgas», cuenta Ana, con dos niños, de seis y de diez años respectivamente. «Y moscas gigantes», apostilla José, un jubilado, que vive en una casa cuya parte de atrás da al parque. Pertenece al Club de petanca Retamar, el único del barrio. Cree que «no hay derecho» a esto y pone sobre la mesa otra cuestión a tener en cuenta y achacable al Consistorio: la falta de seguridad y vigilancia.

«Es increíble la desidia que hay», expresa medio sorprendido mientras culmina el corto viaje que separa a dicho parque, el de las «cacas», con el contenedor sin tapa que hay en la zona y junto a muchos adosados. «Entre lo de los perros y la basura, en verano se hace imposible vivir por aquí por la peste que hay», lamenta. Uno de los problemas clave es, a su juicio, la falta de vigilancia que hay en la zona. Lo dice por los excrementos, que se acabarían según estos vecinos, si se le pusiese «dos multas» a los dueños de los animales, y porque por las noches hay varios jóvenes que se sientan en los parques para «beber litronas, que luego tiran por el suelo, y hacer ruido a la hora de dormir», denuncia José.

Aunque llaman a la Policía, la situación no cambia. Al igual que tampoco cuando le piden a los dueños de los perros que recojan lo que sus mascotas tienen a bien dejar sobre el parque.

Once asociaciones... y nada

Es por esto que se sienten frustrados y abandonados ante una Administración que desoye todas y cada una de sus quejas. Antes formalmente y ahora, por las redes sociales. Pero existe otra cuestión que también les molesta bastante, y esa es la desunión del barrio de Retamar en su conjunto, poniendo de relieve la falta de solidaridad de muchos otros vecinos.

«Lo que tiene miga es que habiendo once asociaciones y agrupaciones vecinales entre Retamar y El Toyo, no haya ninguna que nos ayude». José María cuenta que han trasladado este asunto con algunas de estas asociaciones y con el alcalde de barrio, aunque sin obtener respuesta alguna.

«Hay mucha diversidad, pero lo único que hacen es remar para su lado sin hacer caso a lo que verdad preocupa a los vecinos. La verdad es que es mejor no hablar», añade José María. «Solo les interesa organizar fiestas y saraos», apunta otro vecino, mientras espanta unas cuantas moscas que le atosigan.

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