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Reproducción de uno de los trabajos de Isabel Muñoz.
Vidas tatuadas en códigos
Cultura-Almeria

Vidas tatuadas en códigos

Isabel Muñoz presentará en el CAF una exposición de fotografías de jóvenes de. las pandillas de El Salvador, 'maras', que hacen libros de sus cuerpos

I-F. A

Martes, 15 de enero 2008, 10:49

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Para ellos, jóvenes delincuentes de El Salvador, tatuar sus cuerpos es una forma de lenguaje para mostrar su dolor, sus frustraciones, sus vivencias, sus acciones y sus recuerdos. Para ella, Isabel Muñoz (Barcelona, 1951), una de las fotógrafas más importantes de España, utilizar la cámara, su objetivo y su mirada es como una forma de expresarse. El resultado de la unión de estas dos expresiones es la exposición 'Maras. La cultura de la violencia' que el próximo día 21 llegará al Centro Andaluz de la Fotografía (CAF).

Es la muestra que abrirá el curso 2008 junto con 'Cabo de Gata. Más allá de la realidad', de Margarita González, como adelantó IDEAL, que se inaugurará dos fechas después, el día 23, ante la imposibilidad, por obligaciones anteriores de las fotógrafas, de hacer coincidir la doble apertura. Desde el CAF se mantiene la iniciativa de presentar conjuntamente dos exposiciones, una en cada piso del edificio y de distintas características, para dar la mejor de las imágenes posibles de la variedad actual del mundo de la fotografía. Los resultados de las dos muestras con las que se abrió la sede respaldan este criterio.

Testigo

Pero ese resultado, que puede tener en estos momentos un sinfín de consideraciones, no fue tan fácil como puede parecer a cualquier persona que se acerque ahora a contemplar las fotos. Isabel Muñoz tiene entre sus temas el cuerpo humano e incluso el tatuaje como intervención en el mismo. Era éste el motivo del trabajo que realizaba en Etiopía cuando conoció la existencia de los maras, una banda que utiliza esta denominación y que es sinónimo salvadoreño de pandilla delictiva juvenil. Sus miembros llegan a plasmar sus actos delictivos en sus cuerpos mediante tatuajes.

La fotógrafa no lo pensó mucho y decidió ir a El Salvador para «contar que existen algunos jóvenes en pleno siglo XXI que utilizan sus cuerpos como libros» al mismo tiempo que para reflejar que «cada día se eliminan más de las ciudades y de las cárceles los graffitis y aparecen más en los cuerpos». La entrada en las cárceles y el acercamiento a estos jóvenes tuvo como aliado especial y básico al religioso salesiano José Moratalla, que coordina un proyecto para la reinserción de esas personas y para quien los símbolos que aluden a la muerte y al diablo en esos tatuajes «son la personificación del mal».

Isabel Muñoz, por su parte, asegura que se trata de «un trabajo fotográfico en el que he querido contar una realidad, ser testigo de ella y, a la vez, hablar de una cultura que está desapareciendo ya que con el 'Plan de Mano Dura' cualquier persona que esté tatuada puede ir a la cárcel». La ambigüedad moral -para algunos- de la exposición queda reflejada en uno de los comentarios de su comisario, Publio López Mondéjar, al justificar, tras las dudas que le asaltaron, la decisión de hacerse cargo de esa labor en el hecho de que «las fotografías me hablaban de lo más sombrío del hombre». Considera, por otra parte, que Isabel Muñoz ha creado un lenguaje propio y que «las imágenes captadas conforman una apoteosis del individuo» con un catálogo de dibujos-códigos que solamente entienden los que los poseen.

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